Mafalda de Portugal

[1]​ A la muerte de su padre, Mafalda, según las disposiciones del testamento, tenía que recibir el castillo de Seia y la porción restante del término municipal así como todas las rentas que ahí se producían.

Alfonso temía que algo parecido pudiera suceder con sus otras dos hermanas, Teresa y Sancha, y con los eventuales herederos de estas, creando un problema de soberanía que podía llegar a dividir el país.

Tenía una gran devoción a Nuestra Señora de Silva e hizo importantes donaciones al santuario.

Ella ayudó a establecer su propia abadía como un importante centro religioso en la región durante siglos.

Al querer trasladar su cuerpo hasta Arouca lo encontraron incorrupto, lo que generó una fuerte devoción hacia la infanta portuguesa.