Antecedentes históricos se encuentran en 1746, cuando el teólogo danés Marcus Wöldike comparó el húngaro con el groenlandés encontrando semejanzas estructurales, lo que diera lugar a la hipótesis esquimo-urálica.
En 1994, Merritt Ruhlen afirmó que las lenguas euroasiáticas tienen respaldo en la existencia de un patrón gramatical «por el cual los plurales de sustantivos se forman por sufijo -t en la raíz del sustantivo [...] mientras que los sufijos duales se forman con -k».
Según Ruhlen, este patrón no se encuentra en familias o idiomas fuera del eurasiático.
Ciertos cognados pueden aparecer ultraconservados, pues si las palabras del habla común tienen una frecuencia mayor del uno por mil, tendr̪án entre 7 y 10 veces más probabilidades de conservarse casi intactas o al menos reconocibles, durante 10 000 o 15 000 años.
[8] Estos estudios excluyen al coreano, japónico y ainu de la macrofamilia eurasiática.