Tuvo que salir precipitadamente de Calaceite y fue a Valdealgorfa (Teruel).
Entonces, vestido ya de seglar para evitar peligros, se dirigió a Tortosa, al Colegio de San José, pensando que todavía estarían allí los sacerdotes operarios, pero solo encontró a los milicianos destruyendo y profanándolo todo.
Se dirigió a la casa del párroco de Santiago, Mosén Domingo Audí, que había sido durante 23 años párroco de Calaceite y con el que le unía una estrecha amistad, pero la encontró cerrada.
Ninguno se atrevió a recibirlo de atemorizados que estaban.
En ese huerto convivieron ambos sacerdotes orando juntos, animándose mutuamente y esperando lo que Dios quisiera disponer.
Este, sin embargo, se entregó voluntariamente para evitar que hicieran un registro de la casa y encontraran también a D. Lorenzo, del que no tenían noticia.
D. Lorenzo se quería presentar también para correr su misma suerte, y tuvo que ser disuadido por la familia de su amigo.
Se había presentado espontáneamente a los milicianos diciendo que era sacerdote.
Seguramente fue enterrado en una fosa común del cementerio de Tortosa, como tantos que llegaban sin identificar.