En su juventud quiso ser poeta, pero su fracaso lo llevó a la carrera diplomática.
Al año siguiente, ese país fue invadido por las tropas de Napoleón Bonaparte.
Tuvo serios problemas con el jefe naval británico en Río, William Sidney Smith, que se había comprometido demasiado en favor de la infanta, pero en 1809 consiguió su relevo, lo que debilitó mucho las posibilidades reales del grupo carlotista.
En enero de 1815 le tocó recibir a una nueva misión, formada por Bernardino Rivadavia y Manuel Belgrano, a quienes anticipó los problemas que encontraría en Europa, y sobre todo con la Restauración en España.
Strangford no sabía qué hacer con semejante ofrecimiento y pidió desesperadamente instrucciones a Londres.
Por orden del ministerio británico, que prefirió mantener la paz con España, convenció a García de no entregar las notas al primer ministro británico; por las dudas, le impidió salir de Río con destino a Londres.
Las negociaciones entre el Río de la Plata y Gran Bretaña, desde entonces, pasaron directamente por los embajadores argentinos en Londres.