Se trata del edificio plenamente renacentista más importante de Aragón.
Finalmente, en 1549, se decide eliminar la torre y cubrir la obra con un sencillo tejado a cuatro aguas.
Remata la fachada un amplio alero tallado en madera y cuatro pequeñas linternas, con decoración mudéjar de azulejos, en los ángulos del edificio.
El espacio amplio y de una misma altura está sustentado por columnas jónicas aragonesas, caracterizadas por disponer en el primer tercio de su longitud, un anillo o nudo en su fuste, lo que dotaba de unas proporciones más adecuadas a los cánones clásicos a las nuevas columnas que se debían usar en grandes edificios públicos.
La portada al interior está ornamentada con dos estípites de relieves antropomorfos flanqueando la entrada.
A esta sala armera se accedía por una escalerilla de caracol aneja al muro exterior, en el ángulo noroeste.