Por tanto la labor de agotar la sabiduría consistía únicamente en encontrar las obras donde se hallaba y hacerlas asequibles para los lectores que, en esta época, ya acceden a la literatura en su lengua vernácula.
Algunas de estas obras incluyen, además, algunos cuentos doctrinales o exempla.
En un principio debían proporcionar un saber adecuado a la moral cristiana, en connivencia con lo dispuesto en el IV Concilio de Letrán, pero las traducciones de fuentes árabes, que a su vez remitían a otras persas, sirias y en el fondo bizantinas o griegas, no siempre se ajustaban a las prescripciones eclesiásticas, puesto que la moral preconizaba valía más para el dirigente pagano que para el buen cristiano.
Muchas de las sentencias se encontrarán incluso en el siglo XV integradas en obras como La Celestina.
La parte final del libro la ocupa un apócrifo intercambio epistolar entre Alejandro Magno y su madre.
En todo caso, al tomar muchas citas de Aristóteles a través de una compleja transmisión textual en la que intervienen traducciones persas, siríacas, árabes, latinas y romances, el conocimiento auténtico del pensamiento de Aristóteles se había distorsionado en gran medida.
Es fundamental, asimismo, la dimensión cristiana y el propósito doctrinal, lo que se consiguió adaptando la moral de las fuentes árabes originales.
Se puede considerar como una guía espiritual que asegure al hombre la salvación de su alma.
Compuesto probablemente en el reinado de Sancho IV de Castilla (época en la que también se podrían datar las Flores) y atribuido a Pedro Gómez Barroso, clérigo al servicio del rey.
El libro de la Historia de la doncella Teodor se conserva en cinco códices del siglo XV, en cuatro de los cuales constituye el último capítulo del libro gnómico Bocados de oro, lo que muestra la relación que los copistas vieron entre ambas obras que, al fin y al cabo, responden al propósito sapiencial.