También existen alusiones a personajes legendarios gaélicos en posteriores obras anglo-escocesas (tanto orales como escritas).
La obra más importante de la literatura medieval escocesa, la Vita Columbae, también está escrita en latín.
La novela escocesa comenzó a desarrollarse en el siglo XVIII, con autores como Tobias Smollett.
Publicó traducciones que pronto adquirieron una gran popularidad internacional, hasta ser consideradas como el equivalente celta de las grandes epopeyas clásicas.
Fingal, publicada en 1762, se tradujo rápidamente a otras lenguas europeas, y su honda apreciación de la belleza natural y su ternura melancólica en el tratamiento de esta leyenda ayudó, quizás más que ninguna otra obra individual, al movimiento romántico en Europa, al influir directamente en autores alemanes como Herder o Goethe en su primera época.
[2] Entre los autores escoceses más conocidos, se encuentran dos fuertemente relacionados con el movimiento romántico: Robert Burns y Walter Scott.
Entre sus novelas más conocidas se encuentra las del Ciclo de Waverley, como Rob Roy o Ivanhoe.
Sus poesías fueron censuradas durante la época victoriana, y sólo recientemente se ha podido tener acceso al conjunto de su obra.
Otro escritor inspirado por Walter Scott, James Hogg, empeló el trasfondo religioso escocés para crear sus Memorias Privadas y Confesiones de un Pecador Justificado (The Private Memoirs and Confessions of a Justified Sinner), en las que se introduce el tema del doppelgänger, que después emplearía Robert Louis Stevenson en su obra El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr.
En la segunda mitad del siglo XIX la población de Escocia se había vuelto cada vez más urbana e industrializada.
Aunque la acción de estas obras se sitúa siempre en Londres, la racionalidad pura del detective puede relacionarse con una tradición intelectual propiamente escocesa, rastreable hasta el filósofo David Hume.
George Douglas Brown satirizó esta corriente en su novela The House with the Green Shutters, pero puede decirse que toda la literatura escocesa, prácticamente hasta nuestros días, sigue conteniendo características de este tipo de literatura.
Por otra parte, novelistas como Neil M. Gunn y Lewis Grassic Gibbon enfatizaron en sus obras el conflicto lingüístico real que tenía lugar en Escocia en este periodo, como puede verse en The Silver Darlings o en A Scots Quair respectivamente: en ambas, la lengua empleada por sus protagonistas se vuelve cada vez más "anglificada" a medida que se introducen en modos de vida industrializados.
Aunque no se le pueda enmarcar dentro de la corriente nacionalista, los escoceses aparecen con frecuencia en sus novelas.
Tras la Segunda Guerra Mundial surgieron en Escocia nuevos escritores con una actitud más abierta y experimental.
La tradición escocesa en el género fantástico ha sido continuada por autores como Alasdair Gray, cuya novela Lanark se convirtió en un clásico de culto desde su publicación original en 1981.
Otros autores, como Alexander McCall Smith, Alan Warner o el novelistas de Glasgow Suhayl Saadi, cuyo relato "Extra Time" está escrito en idioma escocés, han realizado también contribuciones importantes a la literatura escocesa a comienzos del siglo XXI.