La primera litas se introdujo el 2 de octubre de 1922, sustituyendo el marco alemán oriental (ostmark) y el rublo oriental (ostruble), divisas que se emitieron durante la ocupación alemana durante la Primera Guerra Mundial.
En la época de la gran gran depresión económica a nivel mundial, la litas parecía ser una moneda fuerte y estable, reflejando una mínima influencia de la depresión en la economía lituana.
Se exigió que un tercio del total de litas en circulación estuviera cubierto por oro y el resto en otros recursos.
Tal tasa de cambio benefició sin duda a militares y mandatarios políticos soviéticos.
Expertos financieros comenzaron a prepararse para introducir la litas incluso antes de declararse la independencia; se pensó incluso en introducir la litas junto al rublo si Lituania no lograba la independencia y seguía siendo parte de la Unión Soviética.
Al principio el gobierno lituano negoció en vano con el impresor François Charles Oberthur para que imprimiera los billetes.
También el país necesitaba recaudar dinero para formar un fondo de estabilización.
Al principio Lituania no tenía oro ni otros recursos para respaldar la litas.
El Banco de Inglaterra por ejemplo vendió las reservas a los soviéticos en 1967.
Periodistas del Lietuvos Rytas investigaron la producción de la litas y descubrieron que esta se pospuso durante un tiempo.
En 1992 la litas estaba lista para la puesta en circulación, pero los billetes eran de muy mala calidad, tanto, que uno mismo podía imprimirlos con una impresora normal.
Más tarde Baldišis fue imputado por una negligencia que le costó al gobierno 3.000.000 de USD.
Afortunadamente, el nuevo director Romualdas Visokavičius introdujo rápidamente cambios para ganarse la confianza del público.
Por desgracia en octubre se vio obligado a dimitir por verse envuelto en un banco privado llamado Litimpex.
Por eso la gente empezó a utilizar dólares al ser una moneda más estable.
Otra alternativa fue el marco alemán, pero no estaba disponible en grandes cantidades.
Debido a la mala calidad de los billetes (tanto las talonas como las primeras litas) era muy fácil falsificarlos.
Muchos comercios se vieron obligados a adquirir lámparas ultravioletas para comprobrar su veracidad.