Ella fue una de las Mazarinettes: las siete sobrinas del cardenal, que él trajo a Francia en 1653, con el fin de organizar para ellas ricos y políticamente ventajosos matrimonios, como Hortensia y Olimpia Mancini.
Trató de encontrar los mejores hombres para un válido consejo de regencia, confiando en su propio confesor, el Padre Garimberti, pero la tarea parecía demasiado difícil y en pocos meses la envidia en la corte y la situación del orden público, con el bandidaje ahora dentro de la ciudad, la llevó a una crisis nerviosa que la obligó a reposar.
Laura mejoró su salud y comenzó un gobierno fuerte, autoritario, incluso despiadado con los delincuentes, pero también implacable en los impuestos y ahorrativa en los gastos, con el fin de rehabilitar el presupuesto estatal que se encontraba al borde del colapso.
No dudó en hacer uso de sicarios para deshacerse del conde Eduardo Malvasia y el conde Horacio Boschetti, pero no fueron pocas sus obras para los enfermos y necesitados.
Pidió ser enterrada en Módena, donde su cuerpo está todavía en la capilla mortuoria estense en la iglesia de San Vincenzo.