Era un hombre violento, prepotente y autoritario que con frecuencia golpeaba a su esposa e hijos.
[9] La familia Torres Valenzuela se vio forzada a cambiar su apellido por el de González para evitar posibles represalias y poder huir del pueblo.
Para ese momento los padres de las hermanas González habían muerto, dejándoles una modesta herencia.
[10] Con este capital, Delfina González abrió su primer burdel ubicado en El Salto, Jalisco.
Según el relato de las hermanas González Valenzuela, las técnicas que usaban para instalar un prostíbulo consistían primeramente en hacer amistad con las autoridades para estar protegidas.
En muchas ocasiones se hicieron amantes y proporcionaron dinero a funcionarios locales para asegurar que su negocio no fuera cerrado.
Las autoridades giraron una orden de aprehensión y se dirigieron a San Francisco del Rincón.
[12] Según el relato de las rescatadas, “Las Poquianchis” también asesinaban a aquellas prostitutas que “ya no les servían” sepultándolas vivas en un panteón clandestino ubicado en el poblado de San Ángel, en Purísima del Rincón.
No importaba si tenían doce, trece o catorce años de edad; llevaban cómplices masculinos que, si las sorprendían solas, simplemente las secuestraban.
Los padres accedían, “Las Poquianchis” se llevaban a las niñas y de inmediato empezaba su tormento.
Las hermanas alimentaban a sus esclavas sexuales solamente con cinco tortillas duras y un plato de frijoles al día.
Cuando una de las mujeres llegaba a cumplir veinticinco años, “Las Poquianchis” ya la consideraban “vieja”.
Una vez que la mujer estaba tan débil que ya no podía ni siquiera intentar defenderse, “El Verdugo” la llevaba a la parte de afuera del rancho y, tras cavar una zanja profunda, la enterraba viva.
Uno era Francisco Camarena García, el chófer que se encargaba de transportar a las jovencitas reclutadas, junto con Enrique Rodríguez Ramírez; otro era Hermenegildo Zúñiga, excapitán del ejército, conocido como “El Águila Negra”, quien servía como su guardaespaldas y cuidador del burdel.
María Auxiliadora Gómez, Lucila Martínez del Campo, Guadalupe Moreno Quiroz, Ramona Gutiérrez Torres, Adela Mancilla Alcalá y Esther Muñoz “La Pico Chulo” eran prostitutas que se convirtieron en celadoras y castigadoras a cambio de que “Las Poquianchis” respetaran sus vidas.
Alguien les dijo que, si ofrecían sacrificios al Diablo, ganarían más dinero y tendrían protección.
Primero las hermanas Valenzuela encendían velas y veladoras, formando una estrella de cinco puntas.
María de Carmen, fue la primera en morir, en 1949 a consecuencia del cáncer que padecía.