La obra en bronce representa a una mujer, de pelo encrespado y vestido pegado al cuerpo por el viento, con la mano extendida, en un adiós, y la mirada hacia el mar, lugar por el cual desaparecieron sus hijos, esperando su regreso mientras sufre expuesta a los elementos del mar Cantábrico.La propuesta se acepta y el Ayuntamiento, junto al consulado de Cuba, inicia una Comisión Pro-Monumento.Además de Muriedas, los arquitectos Fernando Castevany y Enrique Álvarez-Sala Morís, serían los encargados del proyecto, que volvería a retrasarse hasta que en 1969 el ayuntamiento de Gijón decidió destinar fondos propios para finiquitar el proyecto.[3] El 2 de septiembre la Comisión Permanente aprueba el presupuesto, que es ratificado por el Pleno al día siguiente.Durante su discurso, Ignacio Bertrand aseguró que aquel lugar era provisional, y "posiblemente [La escultura] se coloque más lejos, en el alto de La Providencia".[1] Entre febrero y julio de 2004 fue sometida a una restauración integral, ya que su estado estaba dañado.Concretamente le faltaban varios dedos de la mano derecha, presentaba grietas en los pies, y su estructura interna estaba oxidada.