La condesa de Chinchón (cuadro)

Lleva en el pelo un tocado con espigas de trigo verde, alusión a la fecundidad.

La condesa aparece con la boca cerrada en una sonrisa tímida, acaso porque le faltaban varios dientes; en aquella época los problemas dentales eran habituales incluso entre las clases altas.

Esta intervención, casi inevitable en pinturas sobre lienzo tan antiguas, requería planchar la obra con calor para unir la tela de refuerzo, lo cual casi siempre aplastaba la capa pictórica y en ocasiones alteraba algunos colores.

El Museo del Prado se interesó por la famosa pintura ya desde poco después de la Guerra Civil.

Más o menos en la misma época, el cuadro atrajo la atención del magnate y coleccionista armenio Calouste Gulbenkian, que residía en Portugal y que a su muerte legó un sobresaliente museo.

Finalmente en 1999, los propietarios del cuadro cerraron un trato por 4000 millones de pesetas con el coleccionista y empresario Juan Abelló.