La ajorca de oro

Él le dijo que era capaz de hacer cualquier otra cosa, otro delito, pero robarle a su santa patrona no.Pero después, de tanto ver a su amada sufrir, decide aceptar.Pedro sintió un temor muy extraño; así que cerró los ojos para no ver el rostro de la Virgen y le arrancó la ajorca de oro, la cual era una ofrenda del obispo y que valía una gran fortuna.Pedro ya tenía la ajorca de oro en la mano, pero le daba miedo abrir los ojos y ver la imagen.Al siguiente día vinieron los encargados de la iglesia y encontraron a Pedro a los pies del altar y entre sus brazos la ajorca de oro y Pedro, al ver que se acercaban, exclamó en dirección a la Virgen: “¡Suya, suya!”.
Obras de Bécquer, t. I, 4ª ed., 1885, en DjVu .