Inicialmente tuvo como secretario de la redacción al escritor José Gálvez Barrenechea, quien ha narrado las dificultades para imprimir las 16 páginas del diario, pues la maquinaria solo permitía hacer 8 a la vez, por lo cual eran preparados desde la antevíspera la portada, las crónicas literarias y el folletín.
Su época de mayor apogeo fueron los años 1920's y entonces la sede del periódico se encontraba en la calle San Martín.
Ambos ganaron las elecciones en 1939, pero la relación se hizo dificultosa, y en 1942 Larco Herrera se vio obligado a vender el diario a la familia Prado porque había acumulado enormes deudas con el Banco Popular del Perú, de propiedad de dicha familia.
No obstante tales cambios, el periódico se orientó siempre hacia la información ágil, denotando especial preferencia por las campañas de interés popular, la actividad deportiva y las ocurrencias locales.
Precisamente es en esta sección donde un adolescente Jorge Mario Pedro Vargas Llosa encuentra viejos y experimentados reporteros como Don Luis o Becerrita que con alegre bohemia, pasiones y vocación empecinada por el periodismo le dan sus primeras lecciones en un oficio al que el escritor no abandonaría nunca más, pues el premio Nobel de Literatura del 2010 sigue confrontando las noticias, redactando crónicas y comentando acerca de acontecimientos en los inicios del siglo XXI.
Con Guillermo Thorndike en la dirección (1974 - 1975), el diario pasó a llamarse La Nueva Crónica, enriqueciéndose con dos suplementos: Variedades y Mundial.
Al mismo tiempo, se publicó una edición en quechua que circuló por seis meses, siendo el redactor Ángel Avendaño.
Bajo la dirección de Augusto Tamayo Vargas (1980-1984) fue agregada una Crónica cultural que seguía el desenvolvimiento coetáneo del arte, la literatura y las ciencias sociales.