En una, los alumnos copiaban láminas de obras clásicas y tras este aprendizaje pasaban a la otra donde copiaban directamente del yeso, es decir de reproducciones artísticas hechas en escayola, copias a su vez de obras maestras griegas, romanas, renacentista, etc. Julio Pascual, al ser un dibujante nato, pasó directamente a la sala del yeso donde pronto demostró un gran dominio sobre la técnica del estón y el difumino en papel Ingres blanco.
No dejó nunca su faceta de enseñante, que ejerció con una verdadera vocación tanto en la forja como en los esmaltes.
Su vida familiar transcurrió junto a su mujer, habitando ambos en la pequeña casa del cerro de los Palos, un cigarral cercano a Toledo, vivienda que contaba con dos habitaciones, suficiente espacio para el matrimonio; una servía de comedor y otra como alcoba.
Se sintió enfermo de soledad y comenzó a percibir una opresión que él llamaba un ahoguillo.
Recibía encargos de distintos puntos del mundo (Bélgica, Alemania, Estados Unidos, Hispanoamérica, España), y de muy variados temas: rejas, candelabros, farolas, braseros, etc.[1] Cuando veía que el resultado de estos dibujos le satisfacía trasladaba al taller los cartones para transformarlos con el martillo y el yunque en verdaderas obras maestras.
Fue ésta una actividad que llevó a cabo después de Guerra Civil Española.
Otras veces su trabajo consistió en la valoración y estudio con el requerimiento de un informe detallado y otras (como la custodia de Arfe) en una limpieza minuciosa con posterior montaje que sólo un experto podía llevar a cabo.