Se convirtió a la fe católica y fundó la todavía floreciente familia noble Löwenstein-Wertheim-Rochefort (rebautizada como Löwenstein-Wertheim-Rosenberg desde 1813).
Además del entrenamiento habitual de los nobles en ese momento, que principalmente incluía esgrima, equitación, música y danza, el conde Juan Teodorico también recibió lecciones de dialéctica, filosofía moral y astronomía.
No fue sino hasta 1634 que pudo regresar a su ciudad natal de Wertheim.
Según el edicto imperial de restitución, las órdenes religiosas que fueron expropiadas recuperaron en gran medida sus propiedades.
Su hijo el conde Fernando Carlos (1616-1672) y el regreso de su primo Federico Luis reanudaron el gobierno.