Con diecisiete años navegaba ya como piloto por el Mar de China con Manuel, cuyos dibujos comenzó a copiar, despertando su afición artística.En ella tuvo como maestro a Alejo Vera, del que siempre se reconoció discípulo, que lo llevó con él a Roma cuando en 1878 obtuvo una plaza de pensionado, corriendo con todos los gastos .Óleo de monumentales dimensiones, Luna trabajó en él desde julio de 1883, inspirándose —como recogía el texto del catálogo— en la descripción que el historiador y novelista Louis Charles Dezobry ofrecía de las siniestras bóvedas del anfiteatro en su obra Rome au siecle d'Auguste, ou voyage de'un galois a Rome a l'epoque du règne d'Auguste et pendant une partie du règne di Tibère, publicada en 1835:[6]En el otro extremo del arco político, con el seudónimo de Demófilo, Fernando Lozano Montes en Las Dominicales del Libre Pensamiento firmó un extenso artículo dedicado íntegramente al cuadro del que llamaba pintor filósofo, del que elogiaba que no hubiese querido quedarse en los detalles costumbristas y pintorescos de la lucha de gladiadores, como hubiera hecho Jean-Léon Gérôme o cualquier «pintor adocenado» de escenas taurinas, para, al contrario, denunciar la corrupción que se oculta tras la fiesta, pues en medio «de lo pintoresco del espectáculo, late en el fondo del asunto un algo tan repulsivo, que tiene que hacerlo forzosamente antiestético».Con una sólida formación en derecho, filosofía y teología, aunque más tarde se unió a Emilio Aguinaldo y ocupó diversos cargos en el gobierno de la Primera República filipina, en las fechas del encargo, como el mismo Luna, era partidario de hacer del archipiélago una provincia española más, con representación en Cortes.[30] La crítica en esta ocasión, con todo, no le fue favorable y tampoco lo fue con las dos pinturas que presentó a la Exposición Nacional de 1890, de muy diferente carácter: Le chiffonière, que representaba en gran tamaño a un trapero parisino, y El thé, cuyo asunto era una dama sentada en un elegante salón ante una mesa donde aparece aislado un vaso con la infusión.[3] La radical diferencia entre sus asuntos no fue bien comprendida por la crítica, pero Luna, sin abandonar por completo la veta historicista, que tan buenos rendimientos le había proporcionado, y las escenas galantes de la vida parisina,[31] se mostró cada vez más comprometido con una pintura realista de carácter social, dando protagonismo a la emergente clase proletaria, con escenas de miseria y desamparo, como en Héroes anónimos (Les Ignorés, 1891, Villanueva y la Geltrú, Biblioteca Museo Víctor Balaguer), donde retrataba el cortejo fúnebre de un obrero en un barrio periférico de París, o en el óleo titulado La vanguardia, que muestra a tres ancianas barrenderas caminando a la luz del alba con sus escobas (1892, Villanueva y la Geltrú, Biblioteca Museo Víctor Balaguer).[37][33] En el momento de escribir Pardo Bazán su artículo, aún no se había dictado la sentencia, pero la escritora ya preveía que fuese favorable al reo dadas las expresiones mayoritarias y la tendencia que observaba en los tribunales franceses a absolver los crímenes llamados de pasión.En sus comparecencias ante los jueces, Luna trató de presentar el suyo como un matrimonio feliz hasta la primavera de 1892, cuando, con tres años, falleció Bibi, la hija menor, pérdida que él habría sufrido más que su esposa.[28] En la primera sesión del juicio, con «su actitud, sus palabras entrecortadas por la emoción y hasta su voz suave y acongojada», según anotaba el cronista de El Imparcial, Luna captó ya la benevolencia del público insistiendo en dos ideas: su inmenso amor por Paz y la locura que en él habían desencadenado los celos.Tampoco lo ignoraba la prensa, aunque los malos tratos se intentaron limitar a los sucesos ocurridos en la última semana antes del crimen, después de que Paz lo amenazase con el divorcio.Es probable, por el contrario, que los malos tratos empezasen antes incluso de contraer matrimonio.[39] Décori se esforzó además en probar que el crimen no había sido impremeditado, como demostraba la compra del revólver y la violencia creciente contra su esposa, que había tenido su culminación un día antes del asesinato, cuando en presencia de su madre forzó a Paz a punta de revólver a firmar una confesión de adulterio.Temiendo lo peor, Juliana Gorricho había escrito ya a su hijo Trinidad pidiéndole que interviniese para lograr el divorcio.[36] En su respuesta, además de advertir que su artículo no era de carácter literario sino social y de subrayar el diferente concepto del honor que tenían, siéndole imposible en este punto alcanzar un acuerdo con Luna, Pardo Bazán volvió a la cuestión que en verdad le importaba: la indulgencia de los tribunales —en su caso los franceses— con los crímenes pasionales, «sean maridos ofendidos, amantes despechados, esposas vengativas o vitrioleras furibundas», y, para ejemplificar esa benevolencia que desde luego condenaba, eligió algunos casos en todos los cuales eran mujeres las que, entre vítores, habían salido absueltas por los jurados, para concluir reclamando «una reforma en el Código, matizando más rica y variadamente la escala de las penas, y proporcionándolas de suerte que quede cierta amplitud al juez, confundido y paralizado por las enormes diferencias entre crimen y crimen».[43] Luna explicó en carta a su amigo y mecenas Víctor Balaguer, antiguo ministro de Ultramar, su trabajo en los lienzos encargados por Chávarri para el salón de su residencia, con los obreros como protagonistas según le habría pedido el propio Chávarri, «donde espero sacar partido del trabajo del capital y del talento humano allí reunido».Proclamada la República Filipina, desempeñó misiones diplomáticas, enviado a Francia en agosto de 1898 por Emilio Aguinaldo para obtener el reconocimiento de la nueva república,[45] pero al tener noticia de que su hermano, el general Antonio Luna, había sido asesinado por tropas a las órdenes del mismo Aguinaldo,[46] buscó refugio en Hong Kong, donde le sorprendió la muerte.
Cleopatra
, 1881. Óleo sobre lienzo, 250 x 340 cm, Madrid,
Museo del Prado
.
Juan Luna en su estudio de París, posando junto a su
Boda romana
, h. 1886-1887. En la pared del fondo cuelgan sendas copias del
Esopo
de medio cuerpo y de la cabeza del bufón
Pablo de Valladolid
de
Velázquez
.
José Rizal
(primero por la izquierda) junto con Paz Pardo de Tavera y otros amigos en una fotografía sin datar. Manila, Presidential Museum and Library PH.