Amasó una inmensa fortuna en Perú, a la que agregó la de su única esposa legítima, Damiana de Landecho y Asolo, distinguida dama criolla con quien se casó en Lima, hacia 1601.
La audiencia gobernó el virreinato sin tropiezos y en sus comunicaciones al rey Felipe III mostraron el interés y el empeño que ponían en sujetarse a las directivas que habían sido dadas a los virreyes anteriores.
Durante este gobierno provisorio se erigió el Tribunal y Audiencia Real de Cuentas y Particiones del Virreinato, siendo su primer decano el licenciado don Alonso Martínez de Pastrana (1607).
En la carta esta el informe donde el Conquistador Alonso Briceño, uno de los "trece de Gallo" narra los hechos atroces cometidos tras la captura del Inca y su corte.
Todos fueron envenenados con vino con veneno, por orden de Pizarro.