Juan Díaz de la Guerra

Al año siguiente opositó para la canonjía doctoral de Toledo, aunque no se le llegó a admitir en el cabildo.

El cardenal Fernández de Córdoba le cedió su plaza en el Consejo de la Gobernación y le nombró visitador eclesiástico.

Era el caso que en las islas Baleares se hallaba muy extendido el culto inmemorial a Raimundo Lulio, a pesar de que ya en tiempos de Paulo V y de Benedicto XIV la Santa Sede se había negado a su beatificación por encontrar serias dudas sobre la ortodoxia católica de alguna de sus obras.

[4]​ [5]​ Llegado a Sigüenza en diciembre de 1778, comenzó un episcopado que se caracterizó por la constante preocupación en promover las obras públicas y sociales: mandó construir puentes, caminos, hospederías, molinos, telares, fincas agrícolas, e incluso pueblos enteros.

En 1796 enfermó gravemente, y tras ceder en favor de la Corona la jurisdicción y derecho de patronato que tenía sobre Sigüenza, dirigió la sede mediante vicarios: primero el secretario de cámara Antonio Peña y después el canónigo Blas Álvarez de Palma.