Durante la Intervención estadounidense en México de 1846-1848 fue nombrado oficial del ejército mexicano en su lucha contra el general Zachary Taylor.
Figuró también de forma importante en la guerra contra los Habsburgos y los franceses en México, pero luego estuvo embrollado en numerosas intrigas durante la última parte del siglo XIX y fue encarcelado hasta su muerte en México, D.F.
Cuando tenía 3 años, su familia se trasladó al Valle del Río Grande, ya que su madre había heredado grandes extensiones de tierra en los alrededores de Matamoros y Brownsville.
Arista solicitó a Cortina formar una fuerza de Vaqueros locales que trabajaron para él y los ranchos cercanos.
En 1858 un rumor circuló sobre que el último de la tribu Karankawa había sido asesinado por Cortina.
Cortina acertó a pasar por él, y le pidió a Shears que lo dejara manejar la situación; Shears se dice que le gritó en respuesta, "¿Qué es para ti, maldito mexicano?"
Estos han actuado en connivencia con otros, y forman, por así decirlo, una logia inquisitorial pérfida para perseguir y nos roban, sin causa alguna, y por ningún otro delito por nuestra parte que la de ser de origen mexicano, considerando nosotros, sin duda, la miseria de esos regalos que ellos mismos no poseen.
Fuerzas de Cortina fueron decisivamente derrotados, perdiendo sesenta hombres y todo su equipo.
En los años siguientes , Cortina se centró en su carrera política dentro del estado de Tamaulipas.
Esta alianza duró poco, y pronto Cortina se levantó contra los franceses.
Al mando de un gran ejército que había reunido personalmente y equipado, se involucró a las fuerzas intervencionistas que habían desembarcado cerca de Tampico y los derrotó.
Renunció al cargo en 1866 en favor de los generales José María Carvajal y Santiago Tapia.
Reiteradas acusaciones en su contra por los ricos terratenientes en Texas de llevar a cabo ataques contra su ganado y sus propiedades fueron finalmente escuchadas por el gobierno mexicano, y se utilizaron como justificación pública para detenerlo.
Lo más importante, Díaz estaba decidido a mantener el control absoluto del gobierno (como lo hizo durante los subsiguientes 33 años), sin importar los medios involucrados, y se quitó sistemáticamente todo rastro de oposición que podría haber impugnado su voluntad.
Fue mantenido en la prisión militar de Santiago Tlaltelolco, sin ser juzgado ni condenado.
Allí permaneció hasta 1890, cuando fue puesto en libertad condicional en una gran hacienda cerca la Ciudad México.