Además, México renunciaría a todo reclamo sobre Texas y la frontera internacional se establecería en el río Bravo.
[2] Como compensación, los Estados Unidos pagarían 15 millones de dólares por daños al territorio mexicano durante la guerra.
Paralelamente, Estados Unidos era un país pujante, con una industria creciente, una economía floreciente y una población que crecía a ojos vistas.
Para facilitar las cosas, Moses Austin sugirió al Gobierno que se otorgaran concesiones, que permitían a una persona colonizar una porción importante de territorio y recibir tierras a cambio de sus servicios.
Si bien Moses Austin murió poco después, su hijo Stephen recibiría el permiso para realizar una colonización con 300 familias en las planicies de Texas.
A esta primera concesión le siguieron muchas más, tanto para Stephen Austin como para otros empresarios.
Las relaciones entre México y los Estados Unidos durante este período están marcadas por el expansionismo territorial estadounidense.
Como respuesta, el gobierno estadounidense colabora con la mayoría texana que desea independizarse de México y pasar a ser un nuevo estado de los Estados Unidos, aunque estos no aceptan su incorporación en un principio.
Pero en aquellas circunstancias, tomando en cuenta los datos de Mier y Terán, era ya imposible controlar la provincia.
Los texanos recibieron apoyo de parte del ejército, el gobierno y la población estadounidense.
Los datos históricos concuerdan en que esta movilización había sido ordenada por el presidente Andrew Jackson.
A pesar de eso, las tropas mexicanas tuvieron que retirarse hasta allende el río Bravo del Norte, a pesar de que la frontera entre Coahuila y Texas siempre fue el río Nueces.
De 1836 a 1845 Texas se gobernaría como república independiente, y México la consideraría como una provincia renegada.
La retirada del ejército mexicano no consolidó la existencia de una frontera clara entre Texas y México.
Prácticamente al mismo tiempo llega Santa Anna, que vivía exiliado en Cuba, y rápidamente asume una posición de liderazgo frente a la invasión.
No obstante, decidió retirarse sin tomar prisioneros ni obtener las armas y parque enemigos.
Los estadounidenses, derrotados, se sorprendieron al día siguiente, cuando no vieron las huellas del ejército de Santa Anna.
México parecía estar destinado a desaparecer, pues no hubo cabeza de gobierno visible durante doce días.
Sin embargo, es animado a continuar por Scott, ya que ambos funcionarios estadounidenses se sentían incomprendidos por la administración Polk.
El Tratado de Guadalupe Hidalgo fue ratificado y canjeado por ambas partes ese mismo año.
El artículo IX del tratado original fue suprimido en su totalidad, y reemplazado por uno enteramente nuevo.
El artículo X, sobre la posesión de las concesiones otorgadas, fue suprimido y no reemplazado.
Finalmente, y contra todas las expectativas estadounidenses, Santa Anna aceptó la venta, hecho que lo hizo altamente impopular.
Estos 6 millones de dólares le permitirían a Santa Anna mantener plenos poderes por unos años más.
La mayoría continuaron viviendo en el suroeste estadounidense de aquel entonces, con la creencia que sus derechos estarían protegidos.