En 1844 ya era un buen dibujante y con una Beca del gobierno marchó con su familia a Europa permaneciendo en Roma de 1844 hasta 1853.
El general Anastasio Bustamante quien a la sazón se encontraba en Roma, viendo las notables cualidades artísticas de Cordero, lo ayudó en cuanto pudo.
Cordero correspondió con estos apoyos enviando periódicamente algunas de sus obras a su patria.
Cordero pintó también para Santa Anna el retrato de su esposa doña Dolores Tosta (1855).
Al año siguiente exhibió Stella Matutina y un cuadro con retratos: Las hijas de Don Manuel Cordero, con lo que fue su última aparición pública.