Realizó sus primeros estudios en el Seminario de Zamora, posteriormente viajó a Roma para ingresar al Pontificio Colegio Pío Latino Americano en donde obtuvo su doctorado en Teología y Derecho Canónico.
El presidente Álvaro Obregón y el secretario de Gobernación, Plutarco Elías Calles ordenaron suspender la construcción del monumento y la expulsión del nunció apostólico por considerarlo un “extranjero pernicioso”.
Aunque las protestas se hicieron patentes en el periódico El Obrero de Guadalajara y se adoptó por primera ocasión el grito de batalla: “¡viva Cristo Rey!”, ni la Iglesia ni el Gobierno emitieron declaraciones al respecto.
En los estados de Jalisco, Tabasco y Chiapas se prohibió el culto católico, varias iglesias del país suspendieron sus servicios en señal de solidaridad y “duelo” por las prohibiciones.
[1] El 4 de febrero de 1926, en el periódico El Universal se publicó una protesta que había declarado Mora del Río nueve años antes en contra de la nueva Constitución, pero la nota se presentó como una noticia nueva,[6] es decir, como si se tratase de una declaración reciente:[7] Por órdenes del presidente Calles —quien consideró la declaración como un reto al Gobierno— Mora y del Río fue consignado ante la Procuraduría General de Justicia y detenido; se clausuraron varios templos y se expulsó a los sacerdotes extranjeros.
El artículo 130 constitucional fue reglamentado como la Ley de Cultos (conocida como Ley Calles), se cerraron las escuelas religiosas y se limitó el número de sacerdotes para que sólo uno oficiara por cada seis mil habitantes.
Para julio del mismo año, la guerra se recrudeció cuando el general Enrique Gorostieta Velarde asumió el mando de los cristeros.