Ese mismo año ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes, teniendo como maestro a Daniel Hernández, pintor de riguroso academicismo que había residido durante cuarenta años en Europa, lo que influenció en Vinatea logrando una depurada técnica artística.
Junto con su amigo, el también pintor Alejandro González Trujillo (que años después adoptaría el pseudónimo de Apu-Rimak), recorrió el sur peruano, entre Puno, Cuzco y Arequipa, paisajes que le dieron temática para desarrollar un "indigenismo" particular, apartándose de la corriente oficial que imperaba en ese entonces.
Trabajó intensamente, quizás apremiado por la necesidad económica, lo que lo llevó a descuidar su salud contrayendo la tuberculosis.
Logró conciliar la rigurosa formación académica recibida de Daniel Hernández con una temática nativista arraigada en el paisaje de su natal Arequipa, en la Lima criolla y en el sur andino.
Su excelente producción, truncada por su muerte, acusa una sorprendente madurez hacia 1928-1930, cuando realiza una serie de vistas de Puno y del lago Titicaca, compuesta con extrema habilidad formal.