Por eso fue uno de los firmantes del Manifiesto de los Persas suscrito por los defensores del absolutismo y en el que pedían a Fernando VII que pusiera fin a la obra revolucionaria.
[1] Fue nombrado obispo de Tarazona y cuando murió el inquisidor general Mier y Campillo en mayo de 1818 Fernando VII lo propuso al papa para que ocupara su cargo.
Sin bien, inicialmente el Rey propuso a su confesor, el presbítero canario Cristóbal Bencomo y Rodríguez, el cual rechazó el cargo.
[3] Regresó a España en 1823 al inicio de la Década Ominosa gracias a la intervención del ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis que puso fin al Trienio Liberal.
Como la Inquisición española no fue restaurada por Fernando VII no recuperó su cargo de inquisidor general, pero hasta su muerte desarrolló una intensa actividad política en contra del liberalismo.