Intuitivo, tenía sobre los hombres un juicio seguro, pero él mismo carecía a menudo de tesón.Con su espíritu, supo volverse agradable a Luis XV, que el trabajo ministerial le aburría.Caído enfermo a Metz, Luis XV la había devuelto en un acceso de devoción, pero volvió a entablar con ella una vez restablecido y fue Maurepas que se encargó de establecerle la carta del Rey que se lo anunciaba.Su cese, ocurrido el 24 de abril, tuvo una gran resonancia social.Por fin, dado que en 1756 se conmutó el exilio por una simple prohibición de comparecer en la Corte, alternó estancias entre esta campiña y París.El puesto de ministro exiliado, escrito agradablemente Edgar Faure, era donde Maurepas podía desplegar mejor sus seductoras cualidades.Maurepas mantenía una abundante correspondencia con el personal político, los científicos y los literatos, que lo consultaban sobre todos los asuntos importantes de su tiempo.Al principio de su nombramiento, cometió el error de restaurar a los Parlamentos, que habían sido suspendidos por Maupeou, volviendo a poner en la silla al peor enemigo del poder real.