[4] A finales del siglo XVI, el crecimiento demográfico se detuvo, la producción agrícola y las industrias urbanas entraron en crisis en la década de 1610, alcanzando su punto más bajo alrededor de 1650.
Las importaciones del noroeste europeo a precios más bajos frenaron el desarrollo industrial, los gremios se opusieron al cambio tecnológico y organizativo, y los mercaderes para escapar a las regulaciones gremiales favorecieron la implantación del sistema Putting-out,[7] que transfirió la producción industrial urbana al campo.
[12] A través del Consejo Áulico (Reichshofrat) la suprema Corte administrativa, feudal y constitucional establecida en Viena, el emperador podía intervenir directamente en el gobierno de los territorios del Reich, y era más barato, más rápido y más decisivo acudir al Consejo Áulico que a la Cámara Imperial (Reichskammergericht),[13] dominada por los Estados imperiales y en la que sus miembros reflejaban los intereses contrapuestos de los mismos Estados[14] El Consejo Áulico tenía jurisdicción de apelación concurrente con la Cámara Imperial en todos los casos y los asuntos que tenía bajo jurisdicción exclusiva fueron: procesos feudales relativos a los feudatarios inmediatos del emperador, apelaciones de los dominios hereditarios del emperador, y todos los asuntos concernientes a la jurisdicción imperial en Italia.
Así pues, si bien en marzo de 1556 el emperador Carlos V hizo a su hijo Felipe, y a sus sucesores, vicario perpetuo del Imperio en Italia,[20] en 1558 el rey español solicitó a su tío el emperador Fernando I la investidura oficial como vicario general del Imperio en Italia,[21] pero la cuestión fue rechazada sutilmente por el emperador, puesto que su aceptación habría supuesto de hecho la pérdida imperial en Italia, con lo que condicionó el vicariato a la presencia forzosa del rey español en Italia,[22] y al posible conflicto que podía originarse en el Imperio.
[25] Los vínculos feudales fueron el principal medio para que los grandes poderes ejercieran su control en Italia, y el emperador Carlos V fue el principal arquitecto de esta refeudalización imperial, y los sucesivos emperadores confirmaron esta tendencia.
España ocupó temporalmente Finale en 1571, para impedir la intervención de Francia,[33] lo que provocó el malestar del emperador Maximiliano II y fricción diplomática con su primo rey Felipe II de España, quien no obstante, reconoció la suzeranía del Emperador[34] y un comisario imperial pasó a administrar el territorio.
[35][36] El marquesado de Finale quedó en poder español hasta que en 1713 la República de Génova compró el marquesado al emperador Carlos VI,[37] ya que era el pretendiente al trono español como Carlos III.
La Casa Gonzaga, que ostentaba el ducado de Mantua, obtuvo la investidura del marquesado de Montferrato del emperador Carlos V en 1536,[26] tras la extinción la línea masculina en el marquesado tres años antes y Montferrato fue elevado a ducado por el emperador Maximiliano II en 1573.
El Consejo privado del Imperio (Geheimer Rat) se disgustó con la intervención francesa puesto que buscaba debilitar la posición del Emperador en el Reichsitalien, pero la campaña de Carlos de Nevers sobre Cremona fue el catalizador para organizar un ejército imperial para garantizar la autoridad imperial en el Reichsitalien.
[51] A pesar de que la Paz de Westfalia (1648) dejó al emperador ante una soberanía fragmentada en el Imperio, durante el reinado del emperador Leopoldo I se produjo una recuperación imperial con la transformación del emperador en una figura internacional, la contribución de los territorios del Imperio a un ejército imperial común, así como la intensificación de los derechos feudales imperiales en el Reichsitalien,[52] aprovechando la continua debilidad española, sobre todo con posterioridad a 1659.
El emperador estaba representado por legaciones permanentes en Roma, Milán, Pisa y Pavía, y sus oficiales tenían una función similar a la infraestructura de un círculo imperial en Alemania respecto de la coordinación en logros comunes como en aliviar la carestía.
[55] De esta forma, con la guerra estalló en 1688 y Víctor Amadeo inicialmente siguió los mandados franceses.
La intervención francesa era secundaria en la guerra, animada para proteger una invasión por su frontera sureste y obtener ventajas locales.
Para obtener dinero, los funcionarios españoles vendieron tierras, títulos de nobleza, y privilegios a una rica élite italiana, lo que provocó el abandono del comercio.
[62][63] El siguiente paso fue la conquista de Nápoles al año siguiente, para lo que hubo de atravesar los Estados Pontificios, pero no empleando la ruta más corta, sino la más cercana a Roma, para intimidar o humillar al Papa.
[64] El emperador José I, libre de la injerencia española, trató de hacer renacer los derechos del imperio sobre los grandes feudos de Italia[65] usando sus prerrogativas imperiales para consolidar su autoridad sobre Italia e intensificar los lazos feudales, consolidando la presencia Habsburgo en Italia, que permaneció hasta el periodo Napoleónico.
Los territorios costeros de Génova, Toscana, Lucca y Massa tuvieron que pagar una contribución monetaria, mientras las zonas interiores de Módena, Mantua, Mirandola, Parma y Guastalla se asignaron para acantonar las tropas austriacas.
[66] Con su autoridad confirmada en el norte y sus tropas en posesión del sur, el emperador José procedió contra el papa Clemente XI (1700-1721),[67] puesto que no había reconocido las adquisiciones de los Habsburgo.
[68] y de este modo quería asegurarse la adscripción del pontífice a la Gran Alianza.
Así, la conexión italiana era importante en el prestigio imperial, y desde Italia se miraba a Viena o Ratisbona (sede del Reichstag) para liderazgo y asistencia, ejemplos tenemos como una delegación italiana dirigiéndose al emperador Carlos VII en 1742, en la cuestión de San Remo en el Reichshofrat contra la república de Génova a mediados del siglo XVIII,[77] también el emperador José II asumió su papel en Italia con decretos contra el bandolerismo en 1767, 1777 y 1788, y a fines del siglo XVIII el Reichstag aún discutía asuntos italianos.
La nobleza italiana pertenecía al mismo nexo cultural cosmopolita circunscrito a la Alemania católica, sin embargo, los nexos fueron cortados con la disolución del Imperio desde 1801, y no fueron restaurados cuando Austria recuperó sus antiguas posesiones en el congreso de Viena de 1815.