En 1893 publicó el libro Woman, Church and State, escrito según ella "con grandes prisas y en ratos robados a un activismo político que no dejó espacio para llevar a cabo una investigación original".
[2] En 1994, Anne Llewellyn Barstow publicó el libro Witchcraze,[7] que fue descrito por los historiadores Scarre y Callow como "quizás el intento más exitoso" de retratar los juicios por brujería como un ataque sistemático contra la mujer.
La historiadora feminista Diane Purkiss señala que la teoría "no es políticamente útil", ya que retrata a las mujeres como "víctimas indefensas del patriarcado" y, por tanto, no ayuda en cuestiones contemporáneas relacionadas.
[2] Por último, lamenta que un gran número de feministas radicales continúan adhiriéndose a estas interpretaciones por su alto contenido en "significación mítica" y porque favorece su modelo atemporal de opresores y oprimidos.
[2] Sin embargo, siendo este el caso donde las brujas no se pueden considerar un símbolo de lucha por su historia, en la actualidad son utilizadas como fuente creativa para hacer manifestaciones artríticas comparando a la mujer moderna con una bruja que fue asesinada injustamente.