Incluso, logró ventajosas excepciones gracias a sucesivos gobiernos de corte pro-Estados Unidos.
IPC cesó sus operaciones en el país; sus bienes expropiados se transformaron en Petróleos del Perú (Petroperú).
[6] El 26 de diciembre de 1918 las dos cámaras del Congreso del Perú aprobaron la Ley N.º 3106, que autorizaba al Estado a someter el asunto a un arbitraje internacional, decisión controversial, ya que el gobierno peruano se despojaba de sus facultades soberanas para resolver un asunto interno, llevándolo a la jurisdicción internacional.
[7] Pero poco después, en julio de 1919, subió al poder el señor Augusto B. Leguía, político notoriamente pronorteamericano, que no quiso cumplir con la ley congresal y prefirió llegar a un acuerdo transaccional.
Este convenio fue presentado al Tribunal Arbitral, que se reunió en París y estuvo conformado por el Presidente de la Corte Federal Suiza y los representantes del gobierno peruano e inglés.
El gran malestar popular causado por esta situación se convirtió en la bandera de lucha de jóvenes líderes como Héctor Cornejo Chávez, Alfonso Benavides Correa y Fernando Belaúnde Terry, que cimentaron así su carrera política entre 1956 y 1962.
Atendiendo a este pedido, el Congreso dio la Ley N.º 14.696, que declaraba nulo ipso jure el Laudo,[2] pero no se pronunció sobre el segundo punto.
[10] La IPC se obligaba a comprar todo el petróleo que la EPF le quisiera vender, para procesarla en su refinería de Talara.
Este hecho tuvo un gran impacto favorable en el país y ayudó al gobierno a consolidarse en el poder.
[19] Detrás de todas estas operaciones estuvo evidentemente el fuerte lobby armado por la IPC en los Estados Unidos.
[19] Con respecto a los yacimientos petrolíferos de La Brea y Pariñas, estos se encontraban ya en franca declinación productiva.
[16] Teniendo como base todo ello, el gobierno militar creó la entidad estatal Petróleos del Perú (PETRO-PERU).