Según este texto, Inés era una bella joven proveniente de una noble familia romana.
Tuvo varios pretendientes, a los que rechazó por declararse fiel amante de Cristo.
Entre ellos se contaba el hijo del prefecto de Roma, quien la denunció a su padre por ser cristiana.
Solo deja al descubierto sus pies, sus brazos y su cara, que muestran el rigor de la muerte.
La otra mujer, de rasgos andaluces y gitanos, es un personaje repetido en sus cuadros.
En la segunda imagen, a la derecha, Inés mantiene su virtud incluso en un lupanar, donde es encerrada por orden del prefecto romano.
El Jueves Santo son esquilados, y de la lana se teje el palio que el papa le da a un arzobispo metropolitano recién consagrado como señal de su jurisdicción y su unión con el papa.