Ian Shapiro

Se le conoce principalmente por participar en debates sobre teoría de la democracia y por sus métodos para investigar las ciencias sociales.

[6]​ En Yale, Shapiro estudió con el importante teórico del pluralismo y la democracia, Robert Dahl, aunque su trabajo muestra influencia de Douglas Rae y Michael Walzer, quienes fueron consejeros externos de su tesis.

Esta exploración se pueden encontrar en libros como La evolución de los derechos en la teoría liberal (1986), Crítica política (1990) y Un lugar para la democracia (1996), donde Shapiro se alinea con las teorías liberales, comunitarias y democráticas que dominaban la política del momento.

En La evolución de los derechos en la teoría liberal (1986), Shapiro examinó los cambios en las bases del pensamiento político liberal en lo tocante a los derechos individuales, cambios ocurridos desde el siglo XVII en adelante.

Shapiro traza los orígenes del pensamiento político liberal a través de cuatro etapas principales, asociados a transformaciones económicas y sociales importantes, estas etapas son denominadas por Shapiro: transicional, clásica, neoclásica y keinesana.

[11]​ Después de Hume, esta posición no se puede continuar asumiendo.

Estos principios ofrecen un punto de amarre aparentemente objetivo para motivo subjetivos.

[16]​ En vez de las alternativas fallidas (fundacionalismo y contextualismo), Shapiro recomienda una tercera vía, que él denomina “naturalismo crítico,” una vía que descansa en una adhesión a una suerte de realismo pragmático.

En él, explora la cuestión de cómo “las vías de mocráticas para hacer las cosas pueden conjuntarse con otros valores humanos para dar mejor forma a la manera en la que la gente persigue los objetivos colectivos”.

Estas incluyen la teoría de la elección pública, la teoría económica del contrato, el fundacionalismo neokantiano y las aproximaciones neoschumpeterianas basadas en el interés (en este último caso, con un interés particular en la aplicación a la transición sudafricana hacia la democracia posterior al apartheid).

La principal preocupación de Shapiro es desarrollar una ética política práctica que, partiendo de las personas y las instituciones tal y como son, permita imaginar cómo podrían haber sido.

Según indica, la justicia debe ser buscada de forma democrática para que sea legítima en el mundo moderno; y la democracia debe promover la justicia si se quiere que mantenga nuestra adhesión a largo plazo.

Este último incluye una respuesta a las críticas recibidas por Justicia democrática y una visión preliminar de varios trabajos en proyecto sobre los temas de las instituciones públicas, la democracia y la distribución.

Finalmente, también ofrece una elaboración de los argumentos filosóficos que subyacen a toda su teoría en el artículo Sobre la no dominación[23]​ (2012).

En varios artículos escritos en colaboración con Courtney Jung y otros,[24]​[25]​ Shapiro ha desarrollado una reflexión sobre las condiciones que hacen más o menos probable que se de lugar la transición negociada a una democracia, afrontando también la cuestión de cómo dicha transición puede convertirse en algo sostenible.

[29]​ Argumentaban que, si los teóricos de la decisión racional quieren ofrecer explicaciones convincentes, éstas deberían ofrecer predicciones sólidas — o al menos deberían funcionar mejor que sus alternativas.

[31]​ “las hipótesis tienen formulaciones empíricamente intratables: la evidencia se selecciona y se contrasta de forma sesgada; las conclusiones de extraen sin una atención seria a otras explicaciones; las anomalías empíricas y los hechos que no concuerdan normalmente se ignoran o son evitados por alteraciones post hoc a los argumentos de la deducción...”.

[32]​ En efecto, Green y Shapiro argumentan que la metodología de la elección racional, que se había convertido en la predominante en la ciencia política en los años ochenta, se dirigía a “…[compensar]… las teorías universales de sus discordancias con la realidad”.

[33]​ Según indicaban, la teoría de la decisión reacional descansa en presupuestos no substanciados sobre la realidad política.

Esto es importante, según indica, porque las conclusiones que resultan, incluso cuando éstas descansan en presupuestos que están divorciados de la realidad, pueden impactar de manera profunda los resultados reales.

Junto a la crítica de las estrategias dirigidas por el método que son adoptadas por los teóricos de la decisión racional, los interpretativistas y otros, Shapiro ofrece una defensa del realismo epistémológico.

[39]​ Shapiro ha abordado cuestiones políticas concretas en tres obras de teoría política aplicada: Aborto: las decisiones del Tribunal Supremo, donde ofrece un extenso análisis anotado sobre el debate político y legal sobre el tema del aborto que se produce en Estados Unidos desde los años 60; Muerte por un millar de cortes: la lucha sobre el impuesto de sucesiones (coescrito junto a Michael Graetz); y Contención: reconstruyendo una estrategia contra el terror global.

Esto fue lo que ocurrió con el amplio apoyo que en los dos partidos mayoritarios se produjo a favor de la supresión del impuesto de sucesiones que había gravado las herencias desde 1916, como parte del recorte de impuestos presentado por el Presidente Bush en el año 2001.

Sin embargo las encuestas revelaron que una gran mayoría de ciudadanos preferían su abolición, y la legislación para derogar el impuesto ganó un apoyo en ambos partidos tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado.

Incluso una amenaza como el terror transfronterizo organizado, argumenta, puede ser contenido de forma más eficaz mediante la presión a los países que albergan las células terroristas que por el ataque directo.

La defensa de Kennan de la estrategia de la contención había sido estratégica durante mucho tiempo, pero Shapiro argumenta que en ésta doctrina es imperativo utilizar sólo la fuerza de coerción estrictamente necesaria para parar al matón, sin convertirse el que la aplica en matón a su vez, lo que implica un compromiso central a resistirse a dominar y que ofrece al ideal democrático un atractivo normativo.

En los capítulos finales, reflexiona sobre las críticas contemporáneas a la ilustración, argumentando que incluso si pudiéramos rechazar las ideas y principios que animaban el pensamiento político de la época, sería en detrimento nuestro hacerlo.