[1]La estructura contiene una mezcla de estilos que incluyen el sevillano, el romano, el morisco y el art déco.[1] El diseño del Hotel Nacional se basa en dos cruces griegas, lo que da a la mayoría de las habitaciones vistas al océano.En homenaje, su apellido da nombre al restaurante más famoso y lujoso del hotel.[11] El conflicto enfrentó a los oficiales del ejército cubano, atrincherados en el hotel, que contribuyeron al derrocamiento de Gerardo Machado, pero que se oponían a Batista, con los sargentos y otros rangos del ejército cubano, que apoyaban a Batista.El exitoso ataque al hotel dejó más de cuarenta combatientes muertos y causó grandes daños al edificio, incluidos agujeros de granadas y balas.[13] Entre sus primeros visitantes ilustres se destacan personalidades del arte y la literatura como Johnny Weissmüller, Buster Keaton, José Mojica, Jorge Negrete, Agustín Lara, Tyrone Power, Rómulo Gallegos, Errol Flynn, Marlon Brando y el afamado Ernest Hemingway, quien donó al bar “Sirena” un ejemplar de castero.Además, célebres representantes de la mafia italo-norteamericana como Santo Trafficante Jr., Meyer Lansky, Lucky Luciano y Frank Costello.Fruehauf vendería su participación en el hotel en mayo de 1957; otros inversores lo perderían todo cuando Fidel Castro llegara al poder.[18] La nueva ala del hotel, que consta del Casino Internacional Wilbur Clark, el bar adyacente Starlight Terrace y el club nocturno Casino Parisién (sede de las famosas aguas danzantes), se inauguró en 1956 con la actuación de Eartha Kitt,[19] quien se convirtió en la primera invitada negra del hotel.[22] Fidel Castro nacionalizó el hotel en junio de 1960, confiscándolo a Intercontinental Hotels, lo que resultó en que la cadena hotelera registrara una pérdida neta de 71.000 dólares estadounidenses en 1960.Un portero uniformado recibe a los huéspedes a la entrada del extenso lobby, donde enseguida llama la atención el ambiente aristocrático y lujoso del lugar (una combinación ecléctica de losas mudéjar, lámparas y techos de viga isabelinos, que recuerdan una iglesia medieval y que bien podrían ayudar a entender por qué el renombrado escritor cubano Alejo Carpentier se refirió una vez a este edificio como un “castillo encantado”).El vestíbulo suele estar repleto de visitantes y grupos de turistas, al igual que el concurrido bar situado tras las puertas que se abren hacia los jardines.Así, uno termina por tener la sensación de que este hotel nunca duerme.