La historia de la policía en España comienza oficialmente en 1824, (la Policía Portuaria, denominada en su origen Real Cuerpo de Celadores y Guardamuelles, todavía es más antigua, fue creada en 1759 por Carlos III) con la creación del primer cuerpo policial moderno, aunque anteriormente hubiesen existido diversas instituciones armadas con la misión de mantener el orden público y combatir la criminalidad.
Teniendo además muy en cuenta que de esta función de orden y guarda (policía), ya sea asumida por autoridades a nivel estatal o local también se participan históricamente otros cuerpos creados en España, como Los Miñones de Álava, Mossos d'Escuadra o la Guardia Civil creada 1844 y desde entonces en servicio.
[2] La Santa Hermandad, sin embargo, solo tuvo jurisdicción sobre los territorios que componían la Corona de Castilla.
Sin embargo, durante los siguientes años las primeras fuerzas de policía sufrieron numerosas transformaciones orgánicas.
[7] Posteriormente se instituyó la figura del inspector, que quedaría a cargo de la seguridad en los distritos urbanos.
[9] Algo parecido ocurría ya con la Policía gubernativa en Madrid, que en se había reformado internamente y había adoptado este modelo de división orgánica en dos cuerpos (Seguridad y Vigilancia), amén de otros cambios.
[14] Esto quedó en evidencia cuando un año más tarde el presidente Cánovas fue fácilmente asesinado por el anarquista italiano Michele Angiolillo.
Se creó una Brigada de Investigación Criminal, cuyos antecedentes estaban en las "rondas especiales" que operaban en Madrid, Barcelona, Sevilla o Valencia, y que dependían directamente de los gobernadores civiles.
El ordinal «segunda» obedece a la necesidad de distinguirlo del anterior período republicano, la Primera República Española (1873-1874).
Un primer bienio (1931-1933) durante el cual la coalición republicano-socialista presidida por Manuel Azaña llevó a cabo diversas reformas que pretendían modernizar el país.
Durante este bienio se produjo el acontecimiento más grave del período: la insurrección anarquista y socialista conocida como Revolución de 1934, que en Asturias se convirtió en una auténtica revolución social, y que finalmente fue sofocada por el gobierno con la intervención del ejército.
En la zona sublevada los militares asumieron las competencias de orden público,[20] por lo que la policía tuvo un papel menos relevante; ello no significó que no siguieran ejerciendo sus funciones de preguerra.
[21] Durante la contienda los cuerpos policiales en la zona sublevada sufrieron pocos cambios orgánicos.
[22] En la zona republicana la organización policial se vio gravemente alterada con la situación revolucionaria que se vivía en aquella zona, dado que las estructuras del Estado habían colapsado tras la sublevación militar.
[23] La situación bélica implicó un aumento de los efectivos policiales con que contaba la República.
[28] En su lugar se creó la denominada Ertzaña o «Policía Militar de Euzkadi», que estaba compuesta por nacionalistas vascos y con el requerimiento de que sus miembros tuvieran una altura superior a 1,80 metros.
[32] Otra norma legal aprobada ese año, la «Ley para la Seguridad del Estado», vino a complimentar la ley anterior e impregnó a los nuevos cuerpos policiales de la ideología fascista imperante en esa época.
[30] Progresivamente, el régimen toleró a pequeña escala la existencia de otros cuerpos.
En 1945 autorizó la reimplantación del Somatén catalán,[n. 2] extendiendo además su estructura a todo el país.
[39] En aquel contexto, existía la sensación de que la antigua policía franquista seguía muy presente en las teóricamente renovadas fuerzas policiales.