Los primeros veinte años del siglo fueron para Ayerbe de desarrollo agrícola, y aunque no aumentó demasiado la superficie cultivada, sí que hubo notables incrementos en la productividad.
La manipulación de la almendra, toda manual, afectaba a mujeres y niños que ganaban un complemento para la economía familiar.
El alcalde desde el andén le leyó unas letras y se oyeron unos vítores espontáneos que fueron contestados por la multitud.
La cosecha del vino no presentaba mal pero los labradores estaban seriamente preocupados porque la filoxera se extendía en grandes manchas por todo el viñedo.
En el ganado mular y asnal, el tráfico se redujo a cambios, no existiendo transacciones de importancia.
Los cueros tuvieron como siempre aceptación porque las gentes de la montaña compraba abundante material a los talabarteros.
Esa explosión causó destrozos en ventanaje y aposento sin tener que lamentar desgracias personales.
En el ganado de cerda los vendedores sufrieron alguna decepción, pues mantenidos los precios elevadísimos en los dos primeros días, el tercero hubieron de sufrir una baja grande gentes que la necesidad exigía la venta del cerdo para satisfacer otras urgencias.
Toda la leña fue pasto de las llamas, así como varios maderos y 150 tejas grandes que formaban el cobertizo.
Por gestiones de don Miguel Moya, diputado por Huesca, se concedieron del gobierno central para dicha escuela 500 pesetas.
Hubo carreras y otros festejos, sobresaliendo en estas los grandes bailes celebrados en distintas sociedades.
Cafés, casinos, fondas y comercios tenían el completo de clientela; los bailes estuvieron indignadísimos.
Después de Luis Pérez Fenero subió a la alcaldía, interinamente, Lorenzo Sánchez Ornat.
La cantidad de trigo y avena que se llevaron las aguas no pudo precisarse.
Después de bendecir el edificio el párroco de Ayerbe don Manuel Mur, en el piso principal del palacio del marqués se preparó un banquete para trescientos treinta comensales que fue servido por veinticuatro señoritas ayerbenses.
Algunos adictos cultivaban la ilusión de que no tardaría Lerroux en enarbolar la bandera y asumir las riendas del poder.
Por la mañana se celebró en la ermita la fiesta religiosa y el tradicional almuerzo que terminó con jotas en torno a las hogueras.
Resultó con una gran herida en la frente calificada de pronóstico reservado, según la certificación del médico que le prestó auxilio.
También de madrugada hizo el tren el viaje en contra; paró unos minutos, tomó agua y se alejó, defraudando un poco la natural curiosidad de las gentes que se satisfizo contemplando los coches donde Su Majestad e ilustres acompañantes descansaban.
En el año 1928 se celebró en Ayerbe su feria, mercado de los más importantes y concurridos del país.
El vacuno se vendió lentamente después de ser adquiridas las mejores reses y los precios fueron a la baja.
Para las ferias de 1930 habiendo sido el año agrícola bastante mediano, hubo muy pocas transacciones en el ganado mular, en cambio el ganado vacuno más que otros años y a elevado precio; el cabrio en el ferial se notó mayor cantidad y poco más o menos al precio del año anterior.
Fueron invitados a cenar en el Centro Obrero Republicano, donde estuvieron hasta las tres de la madrugada del día 13 en que partieron para Huesca.
Durante todo el sábado volaron los aviones tirando octavillas que decían: “Si no os entregáis, seré inexorable en el castigo”.
Fue encerrado en el casino kursaal, con otros arrestados que habían ido llegando a lo largo del día.
Fueron recibidos por el vecindario en masa, que les acompañó hasta el edificio del Ayuntamiento, en donde les dieron la bienvenida los vecinos don Rafael Otal, cura párroco, tenientejjefe del puesto de la Guardia civil y otras personalidades.
Después de los discursos de rigor, el gobernador civil de la provincia dio posesión al nuevo Ayuntamiento que quedó constituido en la siguiente forma: El gobernador civil aprovechó su viaje a Ayerbe para saludar y felicitar en nombre del Gobierno a la señorita Ana Company y Durand a quien elogió calurosamente por los meritorios servicios que prestó el día de los sucesos, manteniendo contacto directo con el Gobierno hasta el mismo instante en que los sublevados entraron en la estación telegráfica.
El gobernador civil, Ernesto Gil Sastre, descubrió una placa conmemorativa y leyó un discurso desde el balcón de la casa en la que vivió durante diez años.
A esto, se sumó la decadencia en el comercio que también dejó muchos asalariados sin trabajo.
La estación comenzó a ser para Ayerbe un recuerdo vivo que se resiste en la agonía.