Inspirada por las obras de Rousseau, María Antonieta anhelaba una vida más rústica, cercana a la naturaleza; un pequeño paraíso en el que el teatro y la fiesta le hiciesen olvidar su condición de reina.
Richard Mique fue el arquitecto encargado de construirlo basándose en la aldea del palacio de Chantilly y en los grabados del artista Hubert Robert.
La aldea se componía de una granja que producía leche y huevos para la reina, una torre en forma de faro, un palomar, un gabinete, un granero, un molino y una casa para el guarda.
Cada edificio incluía una huerta, un vergel o un jardín de flores.
En 1774, poco después de ascender al trono, Luis XVI regaló el Pequeño Trianón a María Antonieta.