En aquellos años, el escritor creía estar componiéndola únicamente para sí mismo, pues pensaba que jamás iba a poder publicarla, dadas las críticas que vertía contra contra la figura del zar Nicolás I[2] y la actuación rusa en el Cáucaso.
Junto con el tema de la resistencia, hay muchas otras ideas que se pueden encontrar en la novela, como el determinismo, del que Tolstói también se había hecho eco en su gran obra Guerra y paz.
Otro tema aún más evidente es el de la lucha entre la europeizada Rusia y la musulmana Chechenia.
Hadji Murat es muy distinta a otras obras escritas por Tolstói hacia el final de su vida.
Tolstói normalmente sumerge a sus personajes en un proceso de "purificación", por el cual aprenden algo sobre un ideal ético.
[4] La obra se abre con un prólogo del narrador: de camino a su casa, encuentra en el camino la flor de un cardo y le parece tan hermosa que intenta cogerla para añadirla a su ramo de flores; sin embargo, el cardo ofrece una resistencia tan fiera que, cuando finalmente consigue arrancarlo, está totalmente machacado y ya no le sirve para su ramo.
Ambas imágenes llevan al narrador a evocar la figura de Hadji Murad, un guerrillero del Cáucaso que, después de haber infligido numerosos golpes a los rusos durante años, cae en desgracia entre los suyos.
Antes de su llegada al fuerte, se produce una pequeña escaramuza con algunos chechenos y un joven soldado ruso, Petruja Avdéiev, muere tras recibir un disparo.
En este momento, Tolstói abre una nueva digresión, para retratar a Nicolás I de Rusia como un déspota frío e insensible, caprichoso y arrogante, que disfruta aterrorizando a sus súbditos y que, a pesar de sentirse irreemplazable e imprescindible, toma las decisiones de manera arbitraria y sin ninguna coherencia.
Imprevisible como siempre, Nicolás I ordena atacar a los chechenos y que Murat siga bajo vigilancia.
Por eso, decide huir junto con sus hombres más fieles, para tratar de salvar él solo a su familia.