Guillermo Hartl de Laufen

[1]​ En los años de estudio y preparación al sacerdocio cultivó, en forma muy especial, el espíritu misionero, animado por el entusiasmo que florecía en su provincia religiosa que, desde fines del siglo XIX había asumido el servicio pastoral de la Misión de Araucanía, en Chile.[3]​ Colaboró en las misiones de Vilcún y Villarrica.En febrero de 1933 es enviado como párroco a Toltén, en donde se caracterizó por su amor a la Iglesia, su firme defensa de la fe y su abnegado servicio al pueblo de Dios.Participó con sumo interés en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II y, en septiembre de 1968, celebró el Sínodo diocesano para aplicar al Vicariato Apostólico las líneas emanadas de las orientaciones conciliares.Sus restos mortales se encuentran en la Iglesia Catedral de Villarrica.