La emperatriz Cixí se ocupó de organizar la educación del emperador en un intento de convertirlo en un candidato aceptable en la decadente política imperial que había vivido China desde la primera guerra del Opio.
Weng inculcó en el emperador Guangxu un deber de fidelidad hacia la emperatriz Cixí y Ci'an.
A la semana siguiente, con el emperador casado, Cixí se retiró de la regencia.
Según los informes de Weng Tonghe, este observó que mientras el emperador asistía a los asuntos estatales cotidianos, en casos más difíciles el emperador y el Gran Concilio buscaban el consejo de Cixí.
Ese verano, bajo la presión de las legaciones extranjeras y en respuesta a las revueltas en el valle del río Yangtze dirigidas a los misioneros cristianos, el emperador emitió un edicto que ordenaba que los cristianos fueran puestos bajo protección estatal.
Guangxu siempre tuvo un carácter débil, algo en parte lógico en alguien tan joven que hubo de hacer frente a un Imperio en decadencia asediado por las potencias occidentales y sobre todo por el creciente imperio japonés que había ya comenzado su expansión.
Su relación con la emperatriz Cixí fue siempre muy íntima, ya que la quiso como una madre durante su vida.
Así, Guangxu quedó relegado del poder, encerrado en su propio palacio, aunque cabe decir que estudios recientes han demostrado que el emperador nunca odió a su tía por dicho golpe de Estado, al contrario siempre estuvo muy apegado a ella, como su protectora.