La lengua koiné (en griego antiguo: ἡ Κοινὴ ɣλῶσσα [hē koinḕ glṓssa], ‘lengua común’, o, más frecuentemente, ἡ Κοινὴ διάλεκτος [hē koinē diálektos], ‘habla común’; en neogriego: Ελληνιστική Κοινή o Ελληνική Κοινή; en latín: Lingua Graeca antiqua communis o Dialectus communis)[1] fue una variedad de la lengua griega utilizada en el mundo helenístico, es decir, en el periodo subsiguiente a las conquistas de Alejandro Magno.
Estos cambios son meramente articulatorios y, por lo tanto, solo afectan a la fonética de la lengua.
La lengua del Nuevo Testamento es esencialmente griego koiné; no obstante, suele ser considerado como una variedad independiente por la importante influencia que tienen el arameo y el hebreo, las lenguas maternas de sus escritores[cita requerida], en la sintaxis y en léxico, así como por la incorporación de neologismos cristianos.
Para entender adecuadamente esta influencia, hay que tener en cuenta que la lengua vehicular de la parte oriental del Imperio Romano era el griego y, por lo tanto, ésta fue la elegida por los judíos cristianos para su predicación tanto a los paganos como a los judíos de la diáspora en Grecia, Egipto y otros territorios orientales del Imperio.
Las características del idoma griego koiné, el idioma original del Nuevo Testamento, son el predominio de la coordinación sobre la subordinación; era una escritura corrida, sin separación entre vocablos, no se hacía diferencia entre letras mayúsculas ni minúsculas ya que todo se escribía con letras mayúsculas; no fue sino a partir del siglo IX cuando los escribas bizantinos comenzaron a emplear la forma minúscula, hay documentos muy antiguos que demuestran que la escritura primitiva en griego koiné utilizada en el Nuevo Testamento se escribía en mayúscula, todo de corrido, sin espacio entre las palabras y sin signos de puntuación, ni tildes.