Gonzalo de Alvarado

La utilizan como centro de las operaciones que desarrollan en todo el territorio que actualmente comprende los países de Guatemala, El Salvador y Honduras.

En junio del mismo año peleó en Campeche y penetraron en el río Papaloapan.

Una vez que Hernán Cortés hubo partido hacia Trinidad, allí se unieron los Alvarado a la expedición.

Cuando se firmó la paz con los tlaxcaltecas, estos reforzaron las filas de las tropas que mandaría su hermano en las subsiguientes campañas.

Reciben una embajada y se pacta una alianza con los cakchiqueles (enemigos de los quiché que habían estado combatiendo), que les envían 2000 guerreros con sus respectivos capitanes como símbolo de buena voluntad.

Cuzcatlán era una nación con gran influencia tolteca y azteca y no tenían un sistema político unificado, sino más bien un sistema de tributo a la ciudad de Cuzcatlán.

El ejército nahua presentó batalla en campo abierto y fue aniquilado casi por completo.

El propio Don Pedro de Alvarado describe en los siguientes términos la batalla:

Tras la batalla, los conquistadores se repliegan y permanecieron cinco días en Acaxual, recuperándose del combate.

Allí los conquistadores fueron recibidos pacíficamente por el rey Atágat, conocido como Atlácatl “El Viejo” (aunque actualmente la existencia de este personaje está discutida, sin embargo aparece en las crónicas españolas de la época).

El cacique Atacatl “El Joven” (su existencia también está discutida en la actualidad y es posible que se trate de un cargo más que de un personaje) y sus soldados estaban dispuestos a vengarse o a morir.

Con dicho informe el dirigente quiché pretendía ganar la amistad y benevolencia de los conquistadores.

En cambio, los indígenas tlaxcaltecas que les acompañaban utilizaban el término ahuehuetles para referirse a la capital de los mames (en idioma nahuatl algunos interpretan como "lugar de los viejos" o "lugar de los sabios", aunque posiblemente la llamaron así por la abundancia del árbol llamado sabino, que crece en grandes cantidades en los márgenes del río Selegua y que en la zona del actual México de donde provenían se conoce como ahuehuetle, por lo que los intérpretes de estas etnias lo llamaron ahuehuetles, o sea Ahuehuetlenango, que posteriormente se cambió por Ueuetenango, Vevetenango, Güegüetenango, hasta llegar a lo que hoy se conoce como Huehuetenango).

Los indígenas recibieron con gran griterío, flechas, lanzas y piedras a los extranjeros.

Los soldados se lanzaron al asalto de la trinchera sin conseguir tomarla.

Nada más comenzar la batalla, Luarca avanzó con la caballería y rompió la primera línea formada por arqueros.

Animados por su cacique Ca-Ilocab, los mames peleaban bravamente y ya casi tenían ganada una elevación del terreno con clara intención de dejarse luego caer por la espalda del ejército español, cuando Alonso de Luarca se percató del hecho y tras advertir a grandes voces del peligro a Gonzalo de Alvarado, se lanzó a proteger aquel frente.

Luarca y demás soldados les persiguen hasta Malacatán (ahora conocido como Malacatancito), población en que solamente encontraron a viejos y enfermos, ya que los demás habían huido a los montes.

Gonzalo de Alvarado envía contra ellos a la infantería, que pronto se encontró en grave aprieto por la lluvia de saetas, piedras y lanzas que les arrojaban los defensores.

Los guerreros mames lograron matar 40 hombres de las tropas auxiliares, e hirieron a ocho infantes españoles.

Los españoles inician el asedio del recinto, cortando todos sus suministros.