El giro lingüístico, al que se refiere comúnmente por la expresión inglesa linguistic turn, es en su origen una expresión por la cual Gustav Bergmann[1] designaba en 1953 una manera de hacer filosofía iniciada por Ludwig Wittgenstein en su Tractatus logico-philosophicus.
Por esta razón propone en su obra la adopción de un nuevo método en el que no se haga revolución del pensamiento para sustituir un significado con el objetivo de probar tesis filosóficas y que estas les permitan un reconocimiento universal.
[7] Esta preocupación por la lógica de las proposiciones y su relación con los hechos fue retomada por el notable filósofo analítico Bertrand Russell en Sobre la denotación y jugó un rol importante en su trabajo sobre el atomismo lógico.
Entre los teóricos con más influencia se encuentran Luce Irigaray, Julia Kristeva, Michel Foucault y Jacques Derrida.
No existe una silla real a partir del momento en que manipulamos sistemas simbólicos.
Ni siquiera seríamos capaces de reconocer una silla como silla sin reconocer al mismo tiempo que una silla no es algo más – en otras palabras, una silla se define como una colección específica de características que se encuentran a su vez definidas en ciertas formas y así sucesivamente, y todo esto dentro del sistema simbólico del lenguaje.
En efecto, todo lo que se encuentra fuera del lenguaje es inconcebible por definición (ya que no tiene nombre ni significado) y por lo tanto no puede entrometerse o entrar en la realidad humana, al menos sin ser inmediatamente tomado y estructurado por el lenguaje.
Una interpretación opuesta sería el realismo filosófico, que concibe que el mundo es conocible como es en realidad, idea defendida por filósofos como Henry Babcock Veatch.