Entre 1918 y 1935 fue la mezzosoprano favorita del Teatro Colón en Buenos Aires donde cantó Dalila, Carmen, Amneris, Lola, La Cieca, Preziosilla, Marina, Leonora en La favorita, Mignon, Adalgisa, Isabella, Francesca da Rimini y Jacquerie.
En estas dos últimas óperas tuvo como compañero a Enrico Caruso, una pareja inmejorable para la joven cantante.
La voz de la Besanzoni se distinguía de entre sus colegas por el volumen, flexibilidad y extensión además del carácter aterciopelado que se podía apreciar sobre todo en el centro y el grave.
Para muchos expertos la suya fue la última voz verdadera de contralto, en línea con las grandes del siglo XIX (Grassini, Malanotte, Pisaroni, María Malibran, Marietta Alboni).
Para el público de su tiempo la Besanzoni era sinónimo de Carmen, ya que poseía todas las cualidades indispensables para un perfecto desempeño del papel; el físico, la voz y ese magnetismo especial que la hacía llegar a la audiencia.