Fraude arqueológico

Estas piezas suelen ser presentadas en el mercado pero algunas incluso pasan a formar parte de las colecciones privadas de los museos y son estudiadas seriamente por historiadores.Sin embargo, algunos falsificadores arqueológicos o paleontológicos actúan movidos por otros intereses, siendo los más comunes la invención de pruebas para defender su punto de vista, apoyar una teoría con la que tengan afinidad o ganar fama y prestigio por su singular hallazgo.En otros casos, los expertos apuntan a sabotajes en los que el falsificador pretende dejar en ridículo al defensor del hallazgo.La datación real del objeto realizada por expertos suele ser la prueba más sólida, para ello recurren a la prueba del carbono 14 o al análisis por activación neutrónica.Algunos historiadores y arqueólogos han criticado con dureza la venta de antigüedades para obtener beneficios o mejorar las colecciones privadas sin tener en cuenta la veracidad científica de dichos objetos.
Fotografía de la tiara de Saitaphernes, publicada en La Nature en 1896, considerada un ejemplo de fraude arqueológico.