Se crio débil y con mala salud, según refería él mismo por haber recibido una coz de un buey al que se arrimó cuando comenzaba a dar sus primeros pasos, mala salud que le acompañó durante toda su vida adulta.
[5] De sus años de estudiante en Alcalá, en los que tuvo como maestros, entre otros, a Francisco Suárez y Gabriel Vásquez,[6] dice Andrade que, aunque muy piadoso y mortificado, «no era tétrico, ni melancólico, ni afectaba tristeza [...] antes era apacible, jovial, y amigable».
[9] Apartado de los estudios y la docencia universitaria por su mala salud, a los veintidós años fue ordenado diácono y regresó a Villarejo para la tercera probación.
Con veinticuatro años recibió la ordenación sacerdotal en el Colegio Imperial de Madrid.
[19] Durante once años sirvió a Olivares como su confesor y en ese tiempo se ganó también la confianza de Felipe IV que le nombró su predicador.