Francesca Gargallo

Y se unió al grupo literario El Alfil Negro,[11]​ que promovió Luis de la Torre y al que asistían escritores reconocidos como Eduardo Lizalde o entonces nóveles como Luis Francisco Acosta, Melba Guariglia, Anabel Yebra, Ángel Mario Trías, Leonardo Da Jandra, Ricardo Chávez Castañeda, entre otros.

Sus relaciones literarias tocaron también a Dolores Castro Varela, Augusto Monterroso, Daniel Sada, Eduardo Mosches,[12]​ Eve Gil,[13]​ Natalia Toledo, entre otras plumas.

[14]​ La narración como conocimiento es el criterio en que se perfila tanto su literatura como sus historias de las ideas.

Este discurso – sostiene Gargallo- es un lastre del pensamiento de la dominación occidental que tienes sus raíces en el cristianismo – platonismo.

[16]​ Asimismo, encuentra en las instituciones públicas una fuerza política capaz de fragmentar y desmovilizar los esfuerzos distintas organizaciones y posturas feministas, debido a la incorporación de estas ideas a un discurso binario, que limita la multiplicidad femenina.

Siendo consecuente con su pensamiento, aboga por la pluralidad y por la conformación de espacios políticos que permitan a la mujer organizarse desde sus diferencias.

Es objetivo del texto, asimismo, exponer que cada mujer, determinada por su contexto, se vincula, reflexiona, trabaja sobre el mundo y por tanto, no existe una gradación que permita nominar a la mujer indígena como “primitiva” o “incivilizada”.