Fortificación de alimentos

Según la OMS, las limitaciones a la fortificación de alimentos pueden afectar derechos humanos: señala que los consumidores tienen derecho a elegir si quieren alimentos fortificados o no, la potencial demanda insuficiente de productos fortificados, los aumentos en los costos de producción que conducen a mayores precios de venta, que los productos fortificados no serían una solución a las deficiencias nutricionales de las personas con ingresos bajos quienes no pueden pagar los nuevos productos, por lo que los niños no pueden consumir cantidades adecuadas de estos alimentos para su nutrición.

Entre otros productos, fueron prohibidos los Rice Krispies, Shreddies, Horlicks, Ovaltine y Marmite.

Un ejemplo es la leche descremada, a la que se le retira la grasa y se le añaden vitaminas A y D: al ser liposolubles y no hidrosolubles, es posible que una persona que consume leche descremada sin grasa no absorba la misma cantidad de estas vitaminas que si tomara leche entera.

Además, el nutriente añadido como fortificante puede tener una mayor biodisponibilidad que el procedente de los alimentos, como es el caso del ácido fólico utilizado para aumentar la ingesta de folatos.

En algunos casos, ciertas clases de micronutrientes pueden ser activamente tóxicas en dosis suficientemente altas, incluso si otras clases son seguras a dosis iguales o mucho más altas.

También se sabe que la menadiona, una forma sintética de la vitamina K, es tóxica.

Los fabricantes una vez propusieron vender comida chatarra y cerveza fortificada, pero las políticas de la USFDA de la época lo prohibieron.