Filosofía natural en la Edad Moderna

Al comienzo del siglo XVI, el cambio de mentalidad debido a la reforma protestante influye en ellos.

Sin embargo, muchas veces no pueden hacerse en historia divisiones excesivamente incomunicadas.

La Edad Media había partido de un orden dado por la revelación divina y encabezado por Dios-Creador tratando de dar una explicación racional a dicho orden, mediante las categorías filosóficas griegas, sobre todo.

Puede, pues, quedar asentado, en términos generales, que el Renacimiento implica una novedad frente a la Edad Media: al partirse, en aquel, del hombre mismo, de su originalidad radical, natural e histórica, se ven con ojos nuevos tanto a Dios como al mundo, aunque en estrecha dependencia aún con la Edad Media.

Ahora bien, si Aristóteles, por intermedio de Averroes nos trajo el naturalismo e interés por la filosofía natural a Occidente en la Edad Media, ese mismo Aristóteles es corregido en el Renacimiento, primeramente por el mal estilo literario con que se había transmitido a través del decadente latín medieval; en segundo lugar, porque los mismos textos aristotélicos son sometidos a la prueba histórica y filológica; y, por último, pasando del aspecto formal a la crítica del contenido propiamente tal.

En cuanto al platonismo, es cierto también que se remoza, sufriendo las mismas vicisitudes de Aristóteles.

Pero su espíritu matemático, su estructuración científica del universo del Timeo, la intercomunicación de todos los seres acentuada por el neoplatonismo, pasan a primer plano influyendo poderosamente en la filosofía natural, aún en la que se profesaba aristotélica, dando en ocasiones lugar a formas de filosofía natural, tales como la magia, el misticismo, etc.

Ahora bien, guiado por el naturalismo aristotélico, su atención se centra en los seres finitos, concretos, naturales y opuestos unos a otros; sin embargo, se aparta inmediatamente de Aristóteles y de toda la tradición medieval al establecer que todos los seres ocupan un mismo rango dentro del orden de lo creado; ya no hay diferencia entre el mundo supralunar e infralunar, ni los elementos se cualifican por el lugar que ocupan en el espacio.

Todas las cosas y elementos gozan de la misma naturaleza creada y solo se diferencian por el hecho de que tengan más o menos elementos simples, unidos en una u otra proporción.

Más aún, esta concepción obedece al principio de que nada es exacto y absoluto, excepto el infinito, esto es, Dios.

Al establecer, por lo demás, como único centro absoluto del Universo a Dios, y a todo lo demás como relativo en su composición de todos los elementos en cada cosa y en su posible conocimiento, poniendo además en pie de igualdad a todos los elementos, inaugura una posible concepción moderna de la filosofía natural que será tomada por la ciencia posterior.

Ciencias y filosofía son caminos para una especulación más alta: la Teología, donde el hombre encuentra plenamente la paz; la ciencia aristotélica y la religiosidad que impregna el platonismo renacentista se hallan, pues, unidas en Pico della Mirándola.

Por ello, se pasa a la magia, al naturalismo, y, finalmente, a la ciencia propiamente dicha del Renacimiento, dejando de lado al propio Aristóteles y Platón, aunque, en realidad, sigue su influjo solapado e implícito en todo el pensamiento naturalista siguiente.

Esta se basa en dos principios fundamentales: primeramente en el hecho de que todo ser del universo está penetrado por una fuerza especial, única y semejante (o igual) a la que anima al hombre y que lleva a una comunidad de todos los seres en forma de simpatía universal.

El núcleo del universo viene expresado de las formas más diversas; así, para Cornelio Agripa Nettesheim (1486-1535), lo que penetra al hombre y al cosmos entero es el espíritu; el hombre con su alma, puede así dominar los secretos del mundo por medio de una magia naturalista, por una magia celeste o por una religiosa o ceremonial.

Estas mismas ideas, en el ámbito de la medicina mágica, son seguidas por Jerónimo Cardano (1501-1576).

Así, por ejemplo: Enrique Le Roy (1598-1679), Juan de Raey (1622-1701), Adrián Heereboord (1614-1659) Arnold Renerio Geulincx (1625-1669), precursor del ocasionalismo posterior, Everardo Digby (1578-1606), Claudio Clerselier (1614-86), etc., sin contar los conocidos racionalistas poscartesianos: Spinoza, Malebranche y Leibniz.

Entre todos ellos tal vez merezca la pena recordar como representativo del cartesianismo y, a la vez, de las primeras desviaciones del mismo a Manuel Maignan (1600-1676) que escribió Cursus philosophicus concinatus ex notissimis cuique principiis ac praesertim quoad res instauratus, ex lege naturae sensatis experimentis comprobatus, aparte de otros tratados filosóficos, físicos y matemáticos.

Esta Naturaleza ya no es como la cartesiana una materia compacta y sólida, sino un conjunto de átomos en movimiento, específicamente distintos entre sí.

Físico, matemático, filósofo y teólogo, se puso en contacto con la tradición aristotélica a la que remontó en su teoría de la naturaleza.

Por otra parte, dada su vocación, estuvo en estrecho contacto con Thomas Hobbes, Pierre de Fermat, René Descartes y profesó una profunda simpatía por las doctrinas científicas de Telesio, Campanella, Bacon, Kepler y Galileo.

Gassendi rechaza decididamente la materia llena escolástica y la cartesiana carente de vacío.

De ella se formaron los átomos finitos en número y distintos entre sí solo cuantitativamente (magnitud, peso, figura, etc.), constituyéndose así las cualidades primarias.

Las cualidades secundarias (color, sabor, etc.) dependen del sujeto que percibe los seres materiales.

Nicolás de Cusa
Marsilio Ficino
Cardano
René Descartes , óleo sobre lienzo de Frans Hals , 1649, Museo del Louvre .
Pierre Gassendi.