Reconocía igualmente que "con Fernández, punto y coma empecé a ser opaco, crítico.
Es la primera vez que Marsillach, entonces un hombre de 35 años, hace una serie retrospectiva, utilizando su propia vida como base del argumento.
El novelista José María Gironella, amigo de Marsillach y que pudo informarse por éste de lo que pretendía ser la serie, escribió lo siguiente tras emitirse el primer episodio:[1]¡Silencio... Marsillach al habla!
Su frente con halo, su rictus irónico, su gesto intelectual, se asomaron de nuevo por el ventanillo a nuestros hogares.
Todo el mundo echaba de menos a Adolfo Marsillach, cuyas actuaciones anteriores en ¡Silencio... se rueda!
Oh, sí, Adolfo Marsillach, en el curso de sus dos series aludidas, construyó piezas impecables, rotundamente televisivas.
Su repertorio de siluetas (sus hombros) movimiento faciales, es cambiante y se somete en cada caso a su voluntad.
Podría citar tres encarnaciones suyas en las que ofreció versiones que hubieran podido corresponder a tres hombres distintos, distintos no sólo en temperamento, sino incluso en condición social y en edad: Mi adorable Juan de Mihura; la biografía cinematográfica, ¡inolvidable!
Desdé estas páginas testimonio mi admiración a este hombre joven que se ha impuesto la difícil tarea de ser un punto que fiscaliza las comas, y de serlo recurriendo al arte.
2 (17-11-1963) Hoja del lunes:Aparte de que hasta ahora, Fernández Punto y Coma puede recordarnos “el repelente niño Vicente”, hay ya, en este segundo capítulo de la serie, un claro acento marsillesco con el tratamiento del tema y en su realización televisiva.
3 (24-11-1963) Hoja del lunes:Adolfo Marsillach no ha querido defraudarnos, y ha dado a su Fernández, sin abandonar todavía la adolescencia, todo lo que nosotros hubiéramos pedido.
Pero hay matices que demuestran la tarea realizada por quien escribe y dirige este espacio.
Marsillach parece no haber encontrado aún su vía en la nueva serie, excesivamente experimental.
Lo cierto es que hasta ahora no ha surgido en Fernández Punto y Coma el auténtico Marsillach… Aquel de ¡Silencio… se rueda!
5 (8-12-1963) Diario Baleares:Debemos destacar el excelente sentido del humor y las magníficas dotes psicológicas de Adolfo Marsillach.[6]Cap.
El programa tuvo, como siempre, interpretación irreprochable y la impecable dirección habitual de Adolfo Marsillach, quien pudo, no obstante, ahorrarnos ese horror de que siempre haya un jarrón vacío para unas flores que llegan.
O, si lo preferís, juzgándolas todos a través de un prisma excesivamente intelectual y selecto: casi filosófico.
10 (12-1-1964) Hoja del lunes:Anoche Marsillach brilló con toda su gloria, con toda su sorprendente pirotécnica literaria, rectora e interpretativa en Fernández Punto y Coma, tocando el tema predilecto: el generacional… Adolfo Marsillach es un escritor selecto, cualificado y hondo; es, en fin, un escritor que “dice cosas”.
Por eso a Adolfo Marsillach yo le perdono su “divismo” cuando dice cosas interesantes; pero cuando hace decir tonterías a los demás para tener la ocasión de replicar él con tópicos de cierto oropel intelectual, pienso en qué extraño duende lo está apartando del camino verdadero; en qué viento paralizador le ha puesto freno a su inquietud; en qué mercado ha cambiado la originalidad por el tópico.
[10]Y Alfredo Martínez añade:Marsillach anoche en su Fernández Punto y Coma fue a ratos periodista.
Un periodista de los que ya empiezan a escasear, con vicios y maneras casi en desuso.
Desde el intimismo discursivo a la acción extravagante, pero no insólita, ni mucho menos.
La soberbia del sabiondo conduce a Fernández hacia un prurito de navegar contracorriente y su impertinencia le otorga la audacia necesaria para enfrentarse con los más respetados baluartes de los intereses y valores consagrados.
En una palabra, la pedantería y la veta genialoide del señor Fernández permiten a Marsillach organizar su lucha contra eso que se llaman los tópicos; es decir, la batalla contra las frases hechas, los lugares comunes, las verdades a medias, los dogmas sin base y las hipocresías (individuales, profesionales o de clase) revestidas con falsos atributos de prudencia o capacidad.
La lucha contra las apariencias, los refranes de tapadera y los mitos aceptados siempre resulta empresa ardua: pero hacerlo de forma visible, entrando no solo por los oídos, sino mediante la imagen, me parece empeño increíble para llevarlo a cabo con tanta frecuencia.
Fue lamentable ver al depurado señor Fernández sumergirse en la vulgaridad y hacerse cargo de todas las frases gruesas que las masas manejan cuando enjuicia el arte pictórico.
Allí vimos al intelectual Fernández negando al pintor derecho a interpretar con sus pinceles la personalidad del retratado, no cabiéndole otra misión -al parecer- que competir con cualquier cámara fotográfica, quizás superándola en el suave y disimulador retoque de la faz retratada.
Viriato escribe:Consideramos conveniente la determinación [de cerrar la serie] por qué se venía notando en Marsillach un agotamiento de temas y abandono en la dirección, con relación a pasadas intervenciones suyas, siempre con aire petulante, pero inteligentemente desarrolladas.
Efectivamente la televisión quema pronto a los intérpretes y autores por lo que nunca viene mal un pequeño descanso.
En realidad, el título de su discutido programa es ya promesa, porque nada concluye jamás en punto y coma.