[1][2][3][4] La feminización del hambre es un concepto utilizado en las conferencias de las Naciones Unidas y por las organizaciones cooperantes del desarrollo y de ayuda humanitaria a nivel internacional desde hace muchos años.
[20] Las mujeres tienen menor acceso a las instituciones financieras y mecanismos de ahorro formales.
[10] Las mujeres ganan menos que los varones por el mismo trabajo, tienen menor acceso a la propiedad, menor acceso al control de los recursos, son más vulnerables a la malnutrición durante el embarazo y la lactancia y sobre todo, tienen mayor vulnerabilidad cuando se trata de familias monomarentales o madres solteras, por todos estos motivos las mujeres son más vulnerables a la pobreza y el hambre.
[23][2] Según Natalia Kanem, directora ejecutiva del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), «son las mujeres y las niñas quienes en las casas suelen ser las que comen de últimas y menos.»[3] Las mujeres padecen una discriminación en el acceso a los recursos productivos.
[12] Numerosos estudios e investigaciones muestran que tanto el problema del hambre como el de la desnutrición afecta de manera diferente según el sexo del individuo, es decir, hay diferencias entre varones y a mujeres.
[12] Sin embargo, los índices de desnutrición son mayores en mujeres y niñas.
En períodos de hambruna, el deterioro del estado nutricional afecta fundamentalmente a las mujeres embarazadas, que luego tienen hijos e hijas con bajo peso y alta morbilidad.
Además, "las probabilidades de padecer inseguridad alimentaria son mayores para las mujeres que para los hombres en todos los continentes", y la mayor diferencia se presenta en América Latina.