Feminismo descolonial

[1]​ Entre sus principales exponentes se encuentran María Lugones, Karina Bidaseca, Rita Segato, Ana Marcela Montanaro, Yuderkys Espinosa Miñoso, Karina Ochoa, Gladys Tzul Tzul, Adriana Guzmán, Diana Gómez Correal y Ochy Curiel, entre otras.Es una corriente que surge a partir de la tercera ola y también se le llamó feminismo periférico, post-colonial o del tercer mundo.En su perspectiva las preguntas por el patriarcado están en relación directa con las especificidades del sistema mundo moderno/colonial en América Latina.Segundo, Lugones invita a evitar la réplica de entendimientos hegemónicos impuestos desde el sentido común y el ejercicio del poder de los actores sociales preponderantes- acerca del sexo y el género en los análisis decoloniales.Se ha tenido muy poco contacto con el pensamiento africano y esto continúa así hasta el día de hoy.Así, mientras para Oyěwùmí efectivamente el género es una herencia colonial que se impone a toda la sociedad yorùbá a partir de la invasión europea, Lugones propone pensar la línea divisoria entre humano - no humano impuesta por la colonialidad como aquello que determina quienes serán considerados como sujeto de género y quiénes no.Por lo tanto, para quienes ocupaban posiciones de poder resultó imprescindible imponer la superioridad biológica como un medio para ratificar su privilegio y dominio sobre Otros u Otras.Se cree que con solamente mirar a una persona pueden inferirse sus creencias y posición social.Connell señala que el cuerpo resulta inexorable en esta construcción y que en la visión occidental del mundo subyace una rígida cualidad física en las categorías de género; al menos, en la cultura occidental, el significado físico de la masculinidad y la femineidad es central a la interpretación cultural del género.Este giro condujo a la oposición entre el construccionismo social y el determinismo biológico como si fueran mutuamente excluyentes.En la conceptualización occidental, el género no puede existir sin el sexo dado que el cuerpo se asienta directamente como la base de ambas categorías.Sin embargo, la idea de que el género se construye socialmente es significativa desde un enfoque multicultural.[5]​ Si el género se construye socialmente, entonces no puede comportarse de la misma forma a través del tiempo y el espacio.Si el género está construido socialmente, entonces debemos examinar los múltiples lugares arquitectónico/culturales donde se edifica, y reconocer que diversos actores concretos (colectivos, grupales, partidarios) son parte de la construcción.El embarazo y el parto son relevantes únicamente en relación con la procreación, como deben serlo.Desde una perspectiva Yorùbá, el cuerpo parece tener una relevancia exagerada en el pensamiento y la práctica social occidentales, incluyendo a las teorías feministas.El Feminismo postcolonial reedita un feminismo del Tercer Mundo; aunque surgen problemas con esta denominación, que englobaría tanto a las mujeres oprimidas por la raza en el Primer Mundo como a las mujeres de países descolonizados.Estas tensiones se retrotraen a la década de los setenta, en la que el feminismo chicano, negro, indígena y asiáticoamericano, reunido en el ejemplar libro “Esta puente mi espalda.Para la pensadora indígena Rosalía Paiva, el colonialismo occidental impuso en sus naciones por la fuerza una serie de costumbres y códigos que se practican como si fueran propias en desmedro de la mujer indígena, desde el silenciamiento en las asambleas comunales.El concepto de feminismo no ha sido tocado aún, ni reivindicado dentro del discurso indígena.La mujer, el hombre, los niños que permanecen en ciertos países africanos, que ni siquiera pueden imaginar en atravesar el mar para llegar a Europa, condenados a muerte por la falta de alimentos y medicinas, esos son los subalternos.Ochy Curiel parte de la premisa como un acto de descolonización, que la separación entre teoría y práctica política como ha sido instalado en el imaginario social y sobre todo en el campo académico a partir de una herencia eurocéntrica, no existe como tal, porque entiendo que ambas producen discursos, cambios y transformaciones sociales.Su utilización teórica, epistemológica y política ha servido para desnaturalizar lo que significaba ser mujer, concebida como “lo otro” en relación con el paradigma masculino y explicar que las desigualdades entre los sexos no era una cuestión natural sino social e histórica.(Curiel, 2007) Posteriormente Gayle Rubin en 1975, antropóloga norteamericana, utiliza el género en su concepto sistema sexo-género que definió como “el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana “(Rubin,[1975]1996:36).Nicole Claude Mathieu, feminista materialista francesa fue de las primeras que abordó en 1973 esta cuestión.En ese sentido la bipartición de los géneros no tiene nada que ver con lo biológico sino con una definición ideológica.Las afrofeministas cuestionan también la categoría, pues asume a las mujeres como grupo homogéneo sin diferenciarlas en sus contextos y su relación con la raza, por ejemplo.Pero las diferentes perspectivas de análisis -liberal, marxista-socialista, psicoanalítica e incluso post-estructuralista- giraban en torno al análisis crítico sobre las relaciones entre hombres y mujeres en las familias de clase media, nucleares –o en relación con ellas– que no han sido experimentados del mismo modo en los lugares donde la industrialización no ha tenido el mismo calado social o –incluso– por mujeres de clases sociales bajas.